Capítulo 10: De pruebas y conflictos
William salió de la sala
de entrenamiento frustrado, dichosa entrenadora, si solo hubiera
intervenido un poco más tarde lo habría conseguido.
No es que odiase tanto
al chico del distrito ocho, bueno quizás sí, no estaba seguro,
simplemente quería provocarle para que Cynthia viese que era igual de
agresivo que él y no le tuviese en tanta estima. Si ya le caía mal
antes, cuando él era quién la miraba ahora que ella se las devolvía era
peor ¡Maldito tributo! ¡¿Y a que jugaba Cynthia?!, ¿es que ya no le
importaba encariñarse con los tributos?
–¡William!— Cynthia lo
atrapó, ya entrando en el ascensor. — ¡¿Se puede saber qué te pasa?! —
interrogó, parecía bastante molesta, lo que faltaba.
— Nada. — Contestó
William esquivándola, Cynthia iba decir algo cuando vio que un chico de
no más de trece años los observaba. Se trataba del tributo del distrito
tres, Sam.
William lo observó con
gesto de superioridad el poco tiempo que duró el trayecto, en cuanto
salieron del aparato Cynthia siguió con su riña.
— ¡¿Cómo que nada?! ¡Has estado apunto de pelearte con Nolan!
— Solo quería
divertirme un rato. — Se defendió William. — Que no se metiera. ¿Y
desde cuando lo llamas Nolan? Te recuerdo que es un tributo, no tu
compañero de clase.
—Puedo llamarlo como
quiera, al fin y al cabo también es una persona. Y, ¿divertirte?, ¿acaso
te crees que estamos en un juego? —Contraatacó ella, y ahí William
perdió los nervios y explotó.
—¡Maldita sea Cynthia!, ¡¡Yo me juego la vida por ti, ¿y a ti te importa más como trato a un tributo de nada?!!
No hicieron falta más palabras. La chica se quedó muda, seguidamente bajaron lágrimas por sus ojos y escapó corriendo.
Y ahí William se dio cuenta de lo que había hecho.
— ¡¡Cynthia!! — llamó
arrepentido y se aprestó a seguirla pero Evans, que no había podido
evitar estar presenta cuando los chicos penetraron en la sala
prácticamente gritándose, negó con la cabeza.
— Déjala estar sola Will—le aconsejó.
William observó
dubitativo la dirección por donde se había ido ella, más no la siguió,
su mentor tenía razón, necesitaba estar sola y además si estaba triste
era por su culpa.
— Lo siento. — múrmuro.
Nolan, por su parte,
entró ya en el ascensor acompañado por su compañera de distrito, esa
chica tan débil de la que se había burlado William. Tenía 17 años, los
ojos negros y el pelo negro azabache atado en una coleta. Bastante
delgada y algo bajita. No era muy guapa pero si bastante querida en su
distrito. Lástima que eso no contribuyera a subir su autoestima, que
prácticamente iba por los suelos y más después de lo ocurrido esta tarde
con el tributo del distrito uno.
No había subido la
cabeza en todo el trayecto, ni dicho una palabra. Lo que hacían los
profesionales era malo, más tenían razón en burlarse. ¿Como pretendería
levantar pesas o lanzar cuchillos si en su distrito ni siquiera sabía
atrapar una pelota? Era torpe con ganas y lo peor es que no podía
evitarlo.
Levantó la cabeza unos
instantes, se hallaban solos en el ascensor porque eran de los últimos
en partir. Nolan se había retrasado un poco sellando la alianza con el
chico del distrito doce, y discutiendo con el del siete, y ella, miedosa
como siempre, había esperado a que él acabara para partir. Prefería
estar sola con él, en el ascensor, que afrontar las miradas de los otros
tributos que seguramente no dudarían en matarla nada más pisara la
arena.
—Lo siento. — se atrevió
a decir ella finalmente. — Siento haberte metido en un lío, no debí de
intentar coger la pesa. Era de suponer que no conseguiría sostenerla
siquiera. — En cuanto acabó de hablar bajó la cabeza enseguida, asolada
por su habitual timidez y vergüenza constante.
— No, Annabelle. No
tienes nada que disculparte; quizás no tengas fuerza pero al menos lo
has intentado. Debes intentar hacer de todo, incluso lo más inverosímil,
solo así encontrarás tu mejor habilidad y la podrás poner en práctica
en los juegos — Le dijo él en tono reconfortante.
—Con lo torpe que soy fijo que si encuentro una no me servirá de nada. — murmuró ella.
—Claro que sí, de
hecho, ya tienes una, eres ágil. Te he visto correr y saltar en tu
distrito. — Tras estas palabras Nolan le obligó a levantar la cabeza,
pero no pudo evitar que ella bajara la vista y añadiera:
—Siempre y cuando no tropiece, claro.
Nolan lo dejó por
imposible, desde que había sido elegida esa chica había adoptado la peor
actitud posible. Había llorado, suplicado e implorado agarrándose a las
piernas de su madre nada más oír su nombre. Seguidamente, cuando sus
mentores le preguntaron si tenía alguna habilidad, ella había negado con
la cabeza y finalmente: No importa lo que le dijeran sus mentores o su
compañero de distrito, ella se mantenía firme en que moriría en los
juegos.
El ascensor no tardó
mucho en llegar al octavo piso, permitiéndole a los tributos acceder al
pasillo y seguidamente a su salón donde se hallaban ya sus mentores,
Cecelia y Jared. La primera enseguida se dirigió a consolar a la
taciturna Annabelle, mientras que él se fue a hablar con Nolan a causa
de la casi pelea de este con el profesional del uno.
Después de desvelarle
lo ocurrido, el chico aguantó con firmeza el sermón del vencedor. Sabía
perfectamente que no debería de enfrentarse a un profesional, más no era
capaz de consentir que uno se burlara de los demás y menos de su
compañera de distrito. Sin embargo, su mentor lo entendió y por ello el
reñido no duró mucho, solo lo suficiente para que el chico fuera
consciente de sus actos.
En cuanto este acabó,
Nolan tuvo libertad para ir donde quiera por lo que enseguida se decantó
por el tejado, donde nadie podría oírlo insultar a los tributos o al
capitolio.
Pero esa predisposición
enseguida se vio olvidada, cuando le pareció oír un ligero y continuo
llanto. Provenía de la chica del uno, que se hallaba sentada de
cuclillas y escondiendo la cara entre sus brazos.
El chico la miró algo
desconcertado, ¿qué podría haber ocurrido para que llorase así?
Finalmente se atrevió a acercarse a ella y dijo:
—Una chica tan linda no debería llorar, ¿sabías?
—Déjame. — gimió Cynthia
más no se movió de su sitio, no quería hablar con nadie y esperaba que
el chico se fuera, y la dejara tranquila. No estaba de humor para ser
amable, no después de reñir con William.
—Si pudiera ya lo
habría hecho. — se justificó el chico, sentándose a su lado. — Soy
incapaz de ver a alguien triste y no hacer nada para consolarlo. — Al
oírlo la chica sonrió débilmente.
—Yo también. Quiero
decir...me pasa lo mismo. — Su voz sonó fina y algo débil, pero ya no
tan brusca, esas palabras la habían disuadido de echarlo.
Más animado, el chico
le dirigió una hermosa sonrisa, transmitía bondad y amabilidad, además
de ese particular encanto que Cynthia ya había notado en él.
—¿Entonces me dejarás hacerlo? Consolarte digo— pidió él.
— No creo que lo consigas— dedujo ella con terquedad, esquivando su mirada, más Nolan no se desanimó.
—¿Por qué no? Dime qué te pasa.
—He discutido con mi compañero de distrito.
—Ah ¿Puntos de vista diferentes o es por lo que pasó en el entrenamiento?
—Lo segundo, no me
gusta que se meta con los más débiles. Sé que le gusta hacerlo pero no
es algo que sea de mi agrado, y no entiendo qué le pasa contigo. —
explicó ella, comenzando a quejarse un poco. Sabía que no era lo más
adecuado, que el chico no tenía porque saber sus problemas pero no podía
evitarlo, él parecía tan bueno...
—Celos. — contestó él enseguida con una sonrisa segura.
—¿Qué? — se extrañó Cynthia, pues no acababa de intuir a que pregunta pretendía contestar con eso.
—Lo segundo, lo que le pasa conmigo, creo que son celos. — aclaró Nolan.
—Pero, ¿por qué? Es
decir, tú y yo apenas nos estamos conociendo y antes de ello ni siquiera
nos habíamos dirigido la palabra. —insistió ella con racionalidad, pues
no entendía como podía estar celoso su chico si no le había dado
motivos para ello.
—Pero me miraste, ¿no? — contraatacó él.
—¡Porque no dejabas de
mirarme! — se justificó ella. — Aún así eso no significa nada ¿o es que
para ti lo hace? — Replicó con expresión más agresiva.
—No, claro que no. —
dijo él rápidamente. — Sé que estando en la situación en la que estamos,
ni siquiera la amistad cabe. Pero quizás él lo vea de otro modo. —
Explicó.
—Porque yo te intereso. —
dedujo entonces Cynthia rápidamente, haciendo que el chico no pudiera
evitar ruborizarse. Era obvio pero, maldita sea, ¿tenía que enterarse
tan rápido?
—Sí. — reconoció. — Pero
soy realista, ni siquiera somos aliados y tampoco quiero serlo. Me
agradas mucho pero solo tú, no los otros profesionales. Son arrogantes,
brutos y maleducados en general y realmente no soporto esa gente. —
confesó.
—Pues no sé que decirte. A mí algunos me caen bien pero no me parece que caces bien con ellos. —contestó ella entonces.
— Ya, a mi tampoco. —
Nolan le sonrió y los dos comenzaron a reír. Seguidamente siguieron
hablando de temas más triviales, los distritos, la cosecha, los juegos e
incluso de ellos mismos. Cynthia le habló de sus hermanos y de lo tanto
que los quería. El por su parte confesó que era un chico sencillo y
humilde que había tenido que utilizar el robo, la agresividad e incluso
el acoso de los más ricos, con el fin de conseguir lo justo para que el y
su madre vivieran. Pues su padre había muerto hace algunos años y desde
entonces les había costaba más conseguir lo suficiente para vivir.
—No me siento orgulloso
de ello pero es la única manera que he encontrado de sobrevivir.
Supongo que por eso estoy aquí, es un castigo a mi desobediencia al
capitolio. — comentó él sobre ello algo resignado.
—¿Y eso? ¿No piensas sobrevivir? — le preguntó ella extrañada.
—Seamos realistas, ¿crees que los vigilantes me permitirían hacerlo?
—No. —contestó ella.
Se sonrieron mutuamente
de nuevo y dirigieron su mirada al horizonte, se sentían a gusto entre
ellos, tan cómodos que ya no necesitaban más palabras para amenizar la
tarde. Sin embargo muy pronto ella comenzó a tener hambre por lo que
decidieron despedirse, pero antes de que se fuera, él la llamó y dijo:
—He conseguido consolarte, ¿verdad?
—Verdad. — Concedió ella contenta y bajó abajo.
William se hallaba en su
habitación, inquieto, no conseguía dormir y el hecho de que Cynthia aún
no haya penetrado en su habitación no contribuía a ello.
Después de que
la chica partiera, Evans se había encargado de reñirle por su actitud,
que él había intentado justificar por cuestiones de apariencia y estima.
Por norma, los profesionales siempre tenían que considerarse superiores a
los demás y el que uno despreciara, o desestimara, al resto de tributos
era algo habitual en ellos. Evidentemente esas razones no habían
bastado, pero William no iría de ningún modo a disculparse ante los
tributos ofendidos. No era lo normal y además no creía tener razones
para hacerlo, vale que se había metido con alguien, pero a él no le
parecía algo tan malo. Había estado acostumbrado a hacerlo en su
distrito y aunque sabía que a Cynthia no le gustaba, no podía evitar
hacerlo cuando ella no miraba. Le gustaba hacerlo.
Cynthia no había
aparecido a la hora de la cena y no se hallaba en su habitación, cuando
preguntó por ella Cashmere le dijo que igual estaba en el tejado, y ante
la información había decidido no ir a buscarla, pues entendía que si
había ido hasta allí era para estar sola.
Por fin, cuando ya se
estaba comenzando a desesperar, oyó unos finos y discretos pasos;
Cynthia seguro. Se asomó a la puerta ya entreabierta y observó el
pasillo viendo que la chica ya se dirigía a su habitación. Se alivió, ya
que pensó que tendría que buscarla, y antes de que entrara la llamó.
—Eih, Cynthia— la chica
giró la cabeza hacia el. — Siento mucho lo que he dicho, no era mi
intención herirte. — se disculpó bastante arrepentido, ella terminó de
girarse hacia él, ya no parecía enfadada. William supuso que se había
tranquilizado ahí arriba, pero aun así tenían una reconciliación
pendiente.
— También es mi culpa.
No puedo enojarme cada vez que te metes con alguien "débil", no
considerando la situación. Perdona. —le explicó ella disculpándolo.
—Tampoco debía de hacer
esto, ellos no son como nosotros, es lógico que no sepan nada. Debería
de haberlo pensado antes de burlarme. Sin embargo...
—No es algo que puedas
controlar, lo sé. — Lo cortó Cynthia. — William, cuando decidí hacerme
novia tuya no lo hice pensando en cambiarte, sino en mantenerte tal como
eres; porque eso es lo me enamoró de ti. Tú forma de ser. Y no solo tus
virtudes, sino también tus defectos. Y si bien es cierto que nunca
aprecié que te metieras con los más débiles; también lo consentí. Y si
he sido capaz de ello estando en el distrito, creo que pondré
consentirlo en los juegos. Además, es demasiado tarde para intentar
cambiar nada de ti, ni de mí. Hay otras cosas de las que ocuparse. Cosas
más importantes, para mí. Para ti. Para los dos. Porque estamos en esto
juntos y no importa lo que pase, siempre lo estaremos. — Terminó de
explicar la chica a la vez que se acercaba a él decidida. Y es que tenía
razón, no importaba los conflictos que les rodearan, ella siempre le
amaría.
— ¡Oh Cynthia!... —
Exclamó William y se lanzó a besarla, su emoción tras escuchar las
palabras de la chica era tal que no se podía expresar con palabras. Solo
con amor, mucho amor.
Y tal como los dos
esperaban ocurrió, sus labios volvieron a adaptarse perfectamente sin
problemas y a transmitir cariño, afecto ilusión pero sobre todo amor y
felicidad. Con ese beso William supo que ya estaba todo perdonado, los
dos lo supieron.
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Queridos tributos, aunque me encanta que esteis aquí y me leáis, me gustaría aún más que me dejarais vuestra opinión. Es lo que me anima a seguir la historia más que nunca.^_^