Tributos

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Epílogo: La impulsora de un nuevo juego

Quisiera pedir perdón por no publicar, pero lo cierto es que lo hice adrede ya que los martes estoy bastante ocupada con clases mañana y tar...

lunes, 19 de agosto de 2013

Capítulo 10: De pruebas y conflictos

Buenas noticias lectores, ¡por fin tengo el capítulo! Me ha llevado todo el día de ayer y he tenido que quitarle una escena (lo que hace que ya tenga el 11 empezado  sin querer, jajaja xD) pero por fin lo tengo. Espero que os guste. :)


Capítulo 10: De pruebas y conflictos


William salió de la sala de entrenamiento frustrado, dichosa entrenadora, si solo hubiera intervenido un poco más tarde lo habría conseguido. 

No es que odiase tanto al chico del distrito ocho, bueno quizás sí, no estaba seguro, simplemente quería provocarle para que Cynthia viese que era igual de agresivo que él y no le tuviese en tanta estima. Si ya le caía mal antes, cuando él era quién la miraba ahora que ella se las devolvía era peor ¡Maldito tributo! ¡¿Y a que jugaba Cynthia?!, ¿es que ya no le importaba encariñarse con los tributos?

 –¡William!— Cynthia lo atrapó, ya entrando en el ascensor. — ¡¿Se puede saber qué te pasa?! — interrogó, parecía bastante molesta, lo que faltaba.

— Nada. — Contestó William esquivándola, Cynthia iba decir algo cuando vio que un chico de no más de trece años los observaba. Se trataba del tributo del distrito tres, Sam.

William lo observó con gesto de superioridad el poco tiempo que duró el trayecto, en cuanto salieron del aparato Cynthia siguió con su riña.

 — ¡¿Cómo que nada?! ¡Has estado apunto de pelearte con Nolan! 

 — Solo quería divertirme un rato. — Se defendió William. — Que no se metiera.  ¿Y desde cuando lo llamas Nolan? Te recuerdo que es un tributo, no tu compañero de clase.

 —Puedo llamarlo como quiera, al fin y al cabo también es una persona. Y, ¿divertirte?, ¿acaso te crees que estamos en un juego? —Contraatacó ella, y ahí William perdió los nervios y explotó.

 —¡Maldita sea Cynthia!, ¡¡Yo me juego la vida por ti, ¿y a ti te importa más como trato a un tributo de nada?!!

 No hicieron falta más palabras. La chica se quedó muda, seguidamente bajaron lágrimas por sus ojos y escapó corriendo.

 Y ahí William se dio cuenta de lo que había hecho.

— ¡¡Cynthia!! — llamó arrepentido y se aprestó a seguirla pero Evans, que no había podido evitar estar presenta cuando los chicos penetraron en la sala prácticamente gritándose, negó con la cabeza.

— Déjala estar sola Will—le aconsejó.

 William observó dubitativo la dirección por donde se había ido ella, más no la siguió, su mentor tenía razón, necesitaba estar sola y además si estaba triste era por su culpa.

—    Lo siento. — múrmuro.


Nolan, por su parte, entró ya en el ascensor acompañado por su compañera de distrito, esa chica tan débil de la que se había burlado William. Tenía 17 años, los ojos negros y el pelo negro azabache atado en una coleta. Bastante delgada y algo bajita. No era muy guapa pero si bastante querida en su distrito. Lástima que eso no contribuyera a subir su autoestima, que prácticamente iba por los suelos y más después de lo ocurrido esta tarde con el tributo del distrito uno. 

No había subido la cabeza en todo el trayecto, ni dicho una palabra. Lo que hacían los profesionales era malo, más tenían razón en burlarse. ¿Como pretendería levantar pesas o lanzar cuchillos si en su distrito ni siquiera sabía atrapar una pelota? Era torpe con ganas y lo peor es que no podía evitarlo.

Levantó la cabeza unos instantes, se hallaban solos en el ascensor porque eran de los últimos en partir. Nolan se había retrasado un poco sellando la alianza con el chico del distrito doce, y discutiendo con el del siete, y ella, miedosa como siempre, había esperado a que él acabara para partir. Prefería estar sola con él, en el ascensor, que afrontar las miradas de los otros tributos que seguramente no dudarían en matarla nada más pisara la arena.

—Lo siento. — se atrevió a decir ella finalmente. — Siento haberte metido en un lío, no debí de intentar coger la pesa. Era de suponer que no conseguiría sostenerla siquiera. — En cuanto acabó de hablar bajó la cabeza enseguida, asolada por su habitual timidez y vergüenza constante.

 — No, Annabelle. No tienes nada que disculparte; quizás no tengas fuerza pero al menos lo has intentado. Debes intentar hacer de todo, incluso lo más inverosímil, solo así encontrarás tu mejor habilidad y la podrás poner en práctica en los juegos — Le dijo él en tono reconfortante.

 —Con lo torpe que soy fijo que si encuentro una no me servirá de nada. — murmuró ella.

 —Claro que sí, de hecho, ya tienes una, eres ágil. Te he visto correr y saltar en tu distrito. — Tras estas palabras Nolan le obligó a levantar la cabeza, pero no pudo evitar que ella bajara la vista y añadiera:

 —Siempre y cuando no tropiece, claro. 

 Nolan lo dejó por imposible, desde que había sido elegida esa chica había adoptado la peor actitud posible. Había llorado, suplicado e implorado agarrándose a las piernas de su madre nada más oír su nombre. Seguidamente, cuando sus mentores le preguntaron si tenía alguna habilidad, ella había negado con la cabeza y finalmente: No importa lo que le dijeran sus mentores o su compañero de distrito, ella se mantenía firme en que moriría en los juegos.

El ascensor no tardó mucho en llegar al octavo piso, permitiéndole a los tributos acceder al pasillo y seguidamente a su salón donde se hallaban ya sus mentores, Cecelia y Jared. La primera enseguida se dirigió a consolar a la taciturna Annabelle, mientras que él se fue a hablar con Nolan a causa de la casi pelea de este con el profesional del uno.

 Después de desvelarle lo ocurrido, el chico aguantó con firmeza el sermón del vencedor. Sabía perfectamente que no debería de enfrentarse a un profesional, más no era capaz de consentir que uno se burlara de los demás y menos de su compañera de distrito. Sin embargo, su mentor lo entendió y por ello el reñido no duró mucho, solo lo suficiente para que el chico fuera consciente de sus actos.
En cuanto este acabó, Nolan tuvo libertad para ir donde quiera por lo que enseguida se decantó por el tejado, donde nadie podría oírlo insultar a los tributos o al capitolio. 

Pero esa predisposición enseguida se vio olvidada, cuando le pareció oír un ligero y continuo llanto. Provenía de la chica del uno, que se hallaba sentada de cuclillas y escondiendo la cara entre sus brazos. 

El chico la miró algo desconcertado, ¿qué podría haber ocurrido para que llorase así? Finalmente se atrevió a acercarse a ella y dijo:

—Una chica tan linda no debería llorar, ¿sabías?

—Déjame. — gimió Cynthia más no se movió de su sitio, no quería hablar con nadie y esperaba que el chico se fuera, y la dejara tranquila. No estaba de humor para ser amable, no después de reñir con William.

 —Si pudiera ya lo habría hecho. — se justificó el chico, sentándose a su lado. — Soy incapaz de ver a alguien triste y no hacer nada para consolarlo. — Al oírlo la chica sonrió débilmente.

 —Yo también. Quiero decir...me pasa lo mismo. — Su voz sonó fina y algo débil, pero ya no tan brusca, esas palabras la habían disuadido de echarlo.

 Más animado, el chico le dirigió una hermosa sonrisa, transmitía bondad y amabilidad, además de ese particular encanto que Cynthia ya había notado en él.

 —¿Entonces me dejarás hacerlo? Consolarte digo— pidió él.

 — No creo que lo consigas— dedujo ella con terquedad, esquivando su mirada, más Nolan no se desanimó.

 —¿Por qué no? Dime qué te pasa.

 —He discutido con mi compañero de distrito.

 —Ah ¿Puntos de vista diferentes o es por lo que pasó en el entrenamiento?

 —Lo segundo, no me gusta que se meta con los más débiles. Sé que le gusta hacerlo pero no es algo que sea de mi agrado, y no entiendo qué le pasa contigo. — explicó ella, comenzando a quejarse un poco. Sabía que no era lo más adecuado, que el chico no tenía porque saber sus problemas pero no podía evitarlo, él parecía tan bueno...

—Celos. — contestó él enseguida con una sonrisa segura.

 —¿Qué? — se extrañó Cynthia, pues no acababa de intuir a que pregunta pretendía contestar con eso.

—Lo segundo, lo que le pasa conmigo, creo que son celos. — aclaró Nolan.
 
—Pero, ¿por qué? Es decir, tú y yo apenas nos estamos conociendo y antes de ello ni siquiera nos habíamos dirigido la palabra. —insistió ella con racionalidad, pues no entendía como podía estar celoso su chico si no le había dado motivos para ello.

—Pero me miraste, ¿no? — contraatacó él.

—¡Porque no dejabas de mirarme! — se justificó ella. — Aún así eso no significa nada ¿o es que para ti lo hace? — Replicó con expresión más agresiva.

—No, claro que no. — dijo él rápidamente. — Sé que estando en la situación en la que estamos, ni siquiera la amistad cabe. Pero quizás él lo vea de otro modo. — Explicó.

—Porque yo te intereso. — dedujo entonces Cynthia rápidamente, haciendo que el chico no pudiera evitar ruborizarse. Era obvio pero, maldita sea, ¿tenía que enterarse tan rápido?

—Sí. — reconoció. — Pero soy realista, ni siquiera somos aliados y tampoco quiero serlo. Me agradas mucho pero solo tú, no los otros profesionales. Son arrogantes, brutos y maleducados en general y realmente no soporto esa gente. — confesó.

—Pues no sé que decirte. A mí algunos me caen bien pero no me parece que caces bien con ellos. —contestó ella entonces.

 — Ya, a mi tampoco. — Nolan le sonrió y los dos comenzaron a reír. Seguidamente siguieron hablando de temas más triviales, los distritos, la cosecha, los juegos e incluso de ellos mismos. Cynthia le habló de sus hermanos y de lo tanto que los quería. El por su parte confesó que era un chico sencillo y humilde que había tenido que utilizar el robo, la agresividad e incluso el acoso de los más ricos, con el fin de conseguir lo justo para que el y su madre vivieran. Pues su padre había muerto hace algunos años y desde entonces les había costaba más conseguir lo suficiente para vivir.

 —No me siento orgulloso de ello pero es la única manera que he encontrado de sobrevivir. Supongo que por eso estoy aquí, es un castigo a mi desobediencia al capitolio. — comentó él sobre ello algo resignado.

 —¿Y eso? ¿No piensas sobrevivir? — le preguntó ella extrañada.

 —Seamos realistas, ¿crees que los vigilantes me permitirían hacerlo?

 —No. —contestó ella.

 Se sonrieron mutuamente de nuevo y dirigieron su mirada al horizonte, se sentían a gusto entre ellos, tan cómodos que ya no necesitaban más palabras para amenizar la tarde. Sin embargo muy pronto ella comenzó a tener hambre por lo que decidieron despedirse, pero antes de que se fuera, él la llamó y dijo:

—He conseguido consolarte, ¿verdad?

—Verdad. — Concedió ella contenta y bajó abajo.


William se hallaba en su habitación, inquieto, no conseguía dormir y el hecho de que Cynthia aún no haya penetrado en su habitación no contribuía a ello. 

Después de que la chica partiera, Evans se había encargado de reñirle por su actitud, que él había intentado justificar por cuestiones de apariencia y estima. Por norma, los profesionales siempre tenían que considerarse superiores a los demás y el que uno despreciara, o desestimara, al resto de tributos era algo habitual en ellos. Evidentemente esas razones no habían bastado, pero William no iría de ningún modo a disculparse ante los tributos ofendidos. No era lo normal y además no creía tener razones para hacerlo, vale que se había metido con alguien, pero a él no le parecía algo tan malo. Había estado acostumbrado a hacerlo en su distrito y aunque sabía que a Cynthia no le gustaba, no podía evitar hacerlo cuando ella no miraba. Le gustaba hacerlo.

Cynthia no había aparecido a la hora de la cena y no se hallaba en su habitación, cuando preguntó por ella Cashmere le dijo que igual estaba en el tejado, y ante la información había decidido no ir a buscarla, pues entendía que si había ido hasta allí era para estar sola.

Por fin, cuando ya se estaba comenzando a desesperar, oyó unos finos y discretos pasos; Cynthia seguro. Se asomó a la puerta ya entreabierta y observó el pasillo viendo que la chica ya se dirigía a su habitación. Se alivió, ya que pensó que tendría que buscarla, y antes de que entrara la llamó.

—Eih, Cynthia— la chica giró la cabeza hacia el. — Siento mucho lo que he dicho, no era mi intención herirte. — se disculpó bastante arrepentido, ella terminó de girarse hacia él, ya no parecía enfadada. William supuso que se había tranquilizado ahí arriba, pero aun así tenían una reconciliación pendiente.

— También es mi culpa. No puedo enojarme cada vez que te metes con alguien "débil", no considerando la situación. Perdona. —le explicó ella disculpándolo.

 —Tampoco debía de hacer esto, ellos no son como nosotros, es lógico que no sepan nada. Debería de haberlo pensado antes de burlarme. Sin embargo...

 —No es algo que puedas controlar, lo sé. — Lo cortó Cynthia. — William, cuando decidí hacerme novia tuya no lo hice pensando en cambiarte, sino en mantenerte tal como eres; porque eso es lo me enamoró de ti. Tú forma de ser. Y no solo tus virtudes, sino también tus defectos. Y si bien es cierto que nunca aprecié que te metieras con los más débiles; también lo consentí. Y si he sido capaz de ello estando en el distrito, creo que pondré consentirlo en los juegos. Además, es demasiado tarde para intentar cambiar nada de ti, ni de mí. Hay otras cosas de las que ocuparse. Cosas más importantes, para mí. Para ti. Para los dos. Porque estamos en esto juntos y no importa lo que pase, siempre lo estaremos. — Terminó de explicar la chica a la vez que se acercaba a él decidida. Y es que tenía razón, no importaba los conflictos que les rodearan, ella siempre le amaría.

 — ¡Oh Cynthia!... — Exclamó William y se lanzó a besarla, su emoción tras escuchar las palabras de la chica era tal que no se podía expresar con palabras. Solo con amor, mucho amor.

Y tal como los dos esperaban ocurrió, sus labios volvieron a adaptarse perfectamente sin problemas y a transmitir cariño, afecto ilusión pero sobre todo amor y felicidad. Con ese beso William supo que ya estaba todo perdonado, los dos lo supieron.

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