Con esto
de Nano, unos proyectos y otros quehaceres se me olvidó no solo
subir el Capítulo sino también seguir la fic. Es como siempre,
comienzo con una cosa y luego sigo con otra que me entusiasma más. En
este caso un fic de Cinna y Katniss para un reto. Que no sé si
culminaré antes del 30, tal vez deba publicarlo en fanfiction ahora,
por si acaso, ya veré. Mientras os dejo esto que ya toca.
Capítulo
36. Los caminos de la oscuridad.
Sin
salida.
Llevaban
demasiadas horas encontrando túneles sin salida. Prácticamente
desde que habían ido a buscar la dichosa pradera y ella
personalmente se estaba hartando.
Maika
golpeó la pared frente a ella, rabiosa, uno o dos túneles
cortos,eso había dicho Jack. El problema fue que esos dos túneles
nunca aparecieron, porque la cueva era un laberinto con vida propia.
Los caminos cambiaban, los túneles se movían y la ruta se hacía
imposible de cruzar, ya fuera por muros obstáculos o,
incluso,trampas.
Tenía la
sensación perpetua de estar moviéndose para nada, girando en
redondo, eso hacían. Hubiese sido mejor que se quedasen donde
estaban. Allí al menos estaban seguros.
–Debimos
habernos quedado a esperar a Nolan, él sabría mejor sortear las
trampas. – Se quejó Annabelle y ella le fulminó con la mirada. Lo
que faltaba, que ese niñato rebelde se reuniese con ellos, no
necesitaba a alguien que le frustrase las pocas oportunidades de
vivir.
–¿Quién
te dice que sigue vivo?–Le respondió, malhumorada, lo que le valió
una sonrisa confiada de la chica del distrito ocho.
–Los
profesionales todavía no están aquí. De no estarlo hace tiempo que
nos estarían buscando. – Explicó. Por un instante Maika quiso
borrarle esa estúpida sonrisa de la cara, estaban perdidos, ¿cómo
demonios podía estar tan confiada? Pero la mano de Jack la detuvo
ala par que él negaba suavemente con la cabeza.
–Eventualmente
nos encontrará. Le dejamos suficientes señales.–Pretendía
tranquilizarla, a ella y a Cris. Pero el chico del doce no lo hizo.
–Pues
no sabría decirte. Hemos dado tantas vueltas que ya no recuerdo el
camino de regreso al campamento. –Dijo entonces, el chico del
siete, sin embargo no se rindió.
–¿No
dice tu gente que lo último que se debe perder es la esperanza?–Cris
simplemente se rió. –Venga, acamparemos aquí, esto comienza a
oscurecerse demasiado y a saber cuanto aguantarán las
linternas.–Nada más pronunciar esa sentencia todos se sentaron y
justo cuando comenzaban a lamentar sus reservas casi agotadas, una
trampilla pareció abrirse sobre sus cabezas.
–¡Comida!
– Exclamó Annabelle nada más ver las latas y bocadillos caer. –
Gracias, Cecelia. – Venía adjuntada una nota de "Cenad
chicos, os lo merecéis. Y nos os preocupéis por Nolan." Que la
hizo sonreír todavía más mientras abría una lata de ensaladilla.
Ahora los chicos se hallaban más tranquilos, comiendo y charlando,
sin sospechar de que pronto esas cuevas que habían encontrado tan
"seguras" tendrían unos visitantes poco amistosos.
– ¿Por
donde vamos a entrar?–Giannira culminó de preparar su mochila para
sentarse al lado de Sean. Quién observaba su hoja con un esbozo de
la arena, impaciente, terminó señalándole la única entrada que no
te obligaba a cruzar el luminoso bosque, justo antes de tener que
guardar la libreta debido a las apresuraciones de Robin.
Afortunadamente les habían hecho ver, tanto a él como a su
compañera de distrito, que si escogían ese lugar era porque ya
tenían demasiado bosque recorrido sin encontrar a la alianza del
chico del distrito siete. Y las cuevas conectaban con toda la arena.
William estaba a punto de dormir, mientras que Cynthia y Miller
todavía no habían acordado turno de guardia. Teniendo que zanjar él
la discusión, escogiendo a Cynthia.
– Tened
cuidado. – Les dijo la aludida en voz baja, a Sean, Robin y
Giannira. La chica sonrió asintiendo por los tres.
–
Vosotros también. – Respondió, amable. Robin la observó
frunciendo el ceño pero no dijo nada. Cogieron sus armas y bajaron,
encontrándose con las mismas luciérnagas que había visto Sean
anteriormente. Él sonrió.
– Hola
bonita, ¿nos llevas hasta tu hogar?–Robin rodó los ojos un poco
crítico, mientras que Giannira se rió. – No es broma, la he visto
dirigirse anteriormente hacia las cuevas. Conoce el camino. – Ella
hizo una mueca, desconfiada, ya se lo había dicho Finnick, "la
belleza es traicionera". Era esa la única pista que le había
podido transmitir antes de que partieran a la arena. El problema era
que no sabía cuanto de traicionera era esa "belleza".
El
puntillo brillante hizo un círculo alrededor de su cabeza antes de
partir hacia el horizonte, Sean sabía que no debía fiarse de los
caminos que indicaban los vigilantes, que podían llevar a trampas
in-sorteables. Pero necesitaba avanzar de algún modo, eso sin contar
la ayuda cuyas señales todavía no había terminado de encontrar.
Era mejor comenzar a confiar.
Y eso se
confirmó enseguida cuando el punto luminoso desapareció tras la
oscuridad de una entrada a las cuevas. El chico sacó su linterna a
la par que Robin se ponía unas gafas nocturnas. La caza comenzaba.
–Increíble,
este lugar es inmenso. ¡Eco, eco!–Giannira sofocó una risa nada
más oír a Sean. El chico podía bien estar en los juegos,seguía
comportándose como un crío. Robin por su parte rodó los ojos, de
mal humor.
– Como
sigas así los vas a espantar a todos. – Le reprochó. El chico del
distrito cuatro se rió.
– No
creo que lleguen muy lejos, ¿escucháis?–Llevaban un tiempo con un
mismo sonido, como si algo se desplazara, los caminos cambiaban
automáticamente sin un patrón definido. – Las paredes se mueven,
quizás nos ayuden a aportar acción. Este día ha sido demasiado
tranquilo.
– Aun
así, no creo que debamos propiciar la huida de víctimas. –
Contraatacó el chico del dos. La luciérnaga hace tiempo
desaparecida se manifestó ante ellos, ¿o quizás era otra? No
sabría decirlo, solo que comenzaba a frustrarle andar siguiendo
lucecitas tontamente sin ver ningún tributo. Ya apenas estaba seguro
de por donde andaba el camino de regreso. Afortunadamente no era él
quién guiaba, sino Sean. El chico del distrito cuatro tenía mejor
sentido de la orientación. Las luces fueron aumentando de una en una
hasta que de repente se encontraron con varias de golpe, custodiando
una pared llena de cristales reflectantes. Sean se detuvo
maravillado.
–
Increíble. – Repitió para si mismo dando unos pasos hacia el
muro. Las luciérnagas se mantuvieron alrededor, sin tocarlo
siquiera, permitiéndole admirarlo todo.
– No
son más que cristales brillantes. – Le quitó importancia Robin. –
Vámonos Sean, aquí no hay más camino. – Quiso apremiarlos pero
ni Sean ni Giannira se movieron del sitio. La segunda incluso abrió
la boca para hacer notar algo que los demás no habían visto.
– Está
roto. – Señaló un extremo del muro con el dedo, donde en lugar de
cristales yacían huecos y cristales resquebrajados. – Allí,
alguien debió tirarle algo. Incluso hay cristales pequeños en el
suelo.
– Sí,
quizás sí sean algo más que cristales. – La apoyó Sean
acariciando la pared a la par que se desplazaba. – ¿No es así, Radón?– Su voz se tiñó tenebrosa, a la par que un chico rubio
pegaba un salto del susto. Lo cual hizo que el cristal que sostenía
le resbalara de las manos y le hiriera. Tuvo que entonces huir,
dejándolo atrás. Sean maldijo cuando su cuchillo aterrizó
demasiado tarde.
– Odio
las persecuciones. – Se quejó. – Nunca me entusiasmó la idea de
matarles por detrás. Ni siquiera en los entrenamientos.
– Puedo
ir yo delante, estoy deseoso de atravesar tributos. – Robin sonrió
de forma sádica, ofreciéndose, y en cuanto tuvo acuerdo corrió
hacia el camino que había tomado el chico antes. Ni siquiera se
acordó del fragmento de cristal que le había caído. Lo que si hizo
Sean.
–
Lindo. – Dijo simplemente recogiéndolo. Mientras que Giannira hizo
lo propio con su cuchillo y se lo dio. – Gracias ¿Los
seguimos?–Asintieron siguiendo la estela que dejaba las bandas
grises del traje del chico del dos. Pero de nuevo se oyó aquel
ruido, el de paredes moviéndose, creando túneles que les retrasaban
hasta que, inesperadamente, Sean fue empujado hacia un lado. Por
Nolan.
Unos
pasos. A apenas unos pasos del lugar hacia donde el chico del ocho lo
había empujado se encontraba lo que pudo ser la sentencia de Sean.
Unos pinchos que parecían surgidos de la nada en e momento menos
inesperado. Giannira no pudo evitar que el miedo se reflejara en su
semblante, había estado punto de perderle. Así, sin preverlo, ni
pedirlo, casi por arte de magia.
Nolan por
su parte soltó un suspiro de alivio, y en cuanto la trampa pasó se
separó del chico del distrito cuatro, quién se levantó, soltando
un silbido al ver de lo que se había salvado.
– Desde
luego astucia no les falta. Esta cueva tiene de todo. – Aduló a
los vigilantes, más sorprendido que asustado. – ¿Qué haces aquí
Nolan?
–
Buscando a mi alianza. Se supone que entraron aquí en busca de una
salida a la pradera pero no los encuentro ¿Crees que lo
consiguieron? Estás cuevas son un maldito laberinto. – Explicó
quejándose.
– No lo
sé, pero al menos estamos a la par. – Se rió Sean, despreocupado.
– Nosotros perseguíamos al chico del distrito cinco. Aunque
reconozco que tus aliados serían un premio más sustancioso ¿Quieres
jugar a un juego Nolan? El que los encuentre antes puede hacer lo que
quiera con ellos. – Sonrió siniestramente, haciendo que tanto ella
como el chico del ocho le observaran algo asustados.
– No
gracias. – Nolan intentó zanjar la discusión rápidamente, lo que
hizo el chico pelirrojo se riera, divertido.
– Era
broma. – Afirmó a lo que Giannira rodó los ojos con una expresión
semejante a una sonrisa. – Vámonos Gianni.–Entrelazó su mano
desocupada a la suya con el fin de apremiarla, y el chico del
distrito ocho suspiró observándoles. Había algo entre ellos, no
podía dejar de notarlo, y aunque debería admirar a Sean por ello,
no podía evitar envidiarlo al pensar que él nunca podría llegar a
ese nivel con Cynthia. Aunque era mejor así.
La
pradera.
Se
hallaba allí, visible como si nunca estuviera oculta, en el centro
el chico del cinco y el del dos batallaban, si a eso se le podía
llamar el proceso de ataque –fallo de Robin. Había algo alrededor
de ellos, a simple vista ella no podía distinguirlo, pero le pareció
verlo a su lado, enfocando la vista en el trozo reflectante que
sostenía Sean. Una rama oscura recubierta de pinchos, parecía tener
vida propia, tanta que le hizo ahogar un grito en el momento en que
Robin dió un paso en falso y esta se enrolló en su cuello. El
cañonazo sonó al instante.
Por un
momento se quedó paralizada, incapaz de procesarlo, el chico del
distrito cinco levantó la vista, abrió grande la boca y escapó
corriente. Un salto en el momento menos esperado lo había librado de
ser otra víctima. Sean por su parte apenas pestañeaba.
Indiferencia,
frialdad, era justo eso lo que se podía ver en tributo del distrito
cuatro al observar a su anterior aliado muerto. Una mirada vacía y
sin sentimiento.
–
¿Está...?–Giannira no había terminado su frase cuando él
asintió, pero fue suficiente. Era increíble la sangre fría de este
chico. Tan inusual... La chica no salía de su asombro. – Ha sido
esa cosa, la planta... La vi en el espejo. – Articulaba despacio,
él se limitó a virar el cristal, interrogante. Viéndolo entonces,
también.
–Waouh.
–Articuló entonces. – Realmente esta arena está llena de
secretos. – Sonrió acercándose al muerto a la par que vigilaba la
planta por el cristal. No era que no apareciera mirando al suelo, al
contrario, pero parecía distinta, bella y atrayente. La pura
definición de la belleza traicionera que les había indicado
Finnick. Y no era la única. El cristal dejaba ver muchas más flores
y plantas en negro.–Ahora comprendo porque Jack buscaría esta
pradera, si cada una de esas plantas es peligrosa o venenosa, le
permitirían hacerse vencedor en apenas unos días. Siniestro.–Se
agachó a examinar las pertenencias de Robin, cuando la chica lo
detuvo.
–¿Qué
haces? Dejalo.–Le ordenó algo asustada.
–Aprovechar
cualquier cosa que nos sea de ayuda antes de que se lo lleven. Venga,
debemos de buscar a Radón, no creo que ande muy lejos. –Le
explicó.
–No me
imaginaba que conocieras su nombre. –Dijo ella.
–Yo no
me imaginaba que no lo hicieras. Menuda conquistadora estás hecha,
Giannira. – Se burló haciéndola reír. Cogió todo lo que pudiera
guardar de su antiguo aliado y lo metió en su mochila. Luego ojeó
el horizonte, pensativo, y se puso a caminar por la pradera buscando
a su objetivo.
Y si
Giannira recién había culminado de procesar la muerte del chico del
distrito dos, el del distrito cinco no se permitía asumirlo, aún
tenía el miedo en el cuerpo. La necesidad de correr hasta ponerse a
salvo, terminó introduciéndose de nuevo en la cueva, por otra
entrada. Para luego advertir que no le seguían.
Se detuvo
oteando la boca de la cueva, intrigado, el chico del distrito cuatro
examinaba a su aliado, impasible. Había algo extraño en su mirada,
como si la muerte no le importara lo más mínimo, le aterraba.
Aunque no fuera un hecho inesperado en un profesional entrenado para
matar.
Siguió
observando, a pesar de haberlo perseguido los chicos parecían más
interesados en explorar la pradera que en él, algo que le aliviaba.
Tendría tiempo de ponerse a salvo, si encontraba un escondite en
aquel mítico laberinto. Decidió hacer lo de siempre, explorar hasta
encontrar un lugar útil, no importaba que lo único que supiera
hacer bien fuera esconderse, mientras sirviera para mantenerlo vivo
lo aprovecharía. Siguió caminando en una cueva demasiado
silenciosa, apenas llevaba una linterna y algo de comida en una
mochila, hasta ahora había sido suficiente. Lamentó haber perdido
su cristal, que ahora yacía en manos del chico del distrito cuatro,
no tenía nada para defenderse. Pero más tuvo que lamentarlo cuando
alguien lo golpeó por detrás.
Una
espada, eso tenía el chico del distrito dos. Algo que en sus manos
podría evitar que todo se volviera negro.
– ¿Se
puede saber que haces, Jack?–El regaño de Cris llegó demasiado
tarde, el chico del distrito cinco ya yacía en el piso, sin
posibilidad de salvación pacífica.
– Lo
necesario. – Se explicó el aludido. – Ese privilegiado del
distrito cuatro volvió a ganarme en un paso. Necesito averiguar como
situarme a la par. Y este chico puede tener información valiosa. –Se
acercó a examinarlo comprobando que no le había dado mal, que
seguía vivo. Maika se acercó junto a él para ayudarle a llevarlo,
con una esperanzada sonrisa. Mientras que él chico del distrito doce
seguía con los brazos cruzados en una postura demasiado madura para
alguien de su edad.
– Esto
no es una maldita competición entre tú y él ¡Razona!–Le exigió,
pero su aliado no se inmutó.
– Si no
te gusta mi forma de proceder siempre puedes irte. Nadie es
imprescindible en esta alianza. – Le respondió, indiferente. Iba a
responder pero Annabelle le sostuvo la mano negando, obviamente que
podía irse, pero aquello no haría más que reducir sus
posibilidades de supervivencia. Cañonazo aparte, los profesionales
seguían siendo un grupo de cinco demasiado bien entrenado. No podía
vencer en solitario. Ni siquiera estaba seguro de poder hacerlo en
grupo sin una buena estrategia.
Tuvo
entonces que callar, seguir al grupo en pos del refugio en pos de los
túneles que habían encontrado cuando misteriosamente las trampas se
desactivaron y pudieron seguir andando tranquilos. Poco después
averiguaron que era por culpa de los profesionales. Algo nada difícil
dado la poca discreción de estos, todavía sonaban en su mente los
cánticos despreocupados de Sean. "Eco, eco" El chico del
distrito cuatro se pasaba el tiempo actuando como si no tuviera nada
que temer.
Y después
de verlo tirar tan bien en el baño de sangre, Cris casi podía
asegurar que tenía razón de hacerlo.
–
Dejemosló aquí. Eventualmente despertará y podremos preguntarle
todo. – Ordenó Jack, depositando al chico. La chica del distrito
ocho hizo una mueca, esto no le gustaba nada, daría lo que fuera por
estar de vuelta al bosque junto a Jara. No importaba que Cris
estuviera en la alianza, no se sentía nada segura, hubiera incluso
preferido unirse a Nolan.
Nolan,
Cecelia le había dicho que no debía preocuparse por él, eso
significaba que estaba bien. Pero, ¿donde estaba?, ¿podría volver
a verlo? Las paredes de las cuevas seguían moviéndose, no tardando
mucho en darle la respuesta. Cuando justo en el momento en que se
sentaban a relajarse y descansar, saciando su sed con botellas que
habían rellenado de un curioso riachuelo encontrado en su búsqueda
de una salida, oyó una voz.
–Al fin
os encuentro, menudo laberinto, ¿no creéis?–La voz de Nolan
sonaba despreocupada, completamente ajeno al hecho de que quizás no
fuera bien recibido por todos. –Esperad, ¿que hace Radón aquí?,
¿al final te aliaste a él, Jack? ¿Está bien?–Tanto el chico del
distrito siete como la del nueve le observaron sorprendidos, no
sabiendo responder con otra cosa que el silencio.
Al fin la
alianza se había vuelto a reunir.
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Tachán,
tachán, reunión familiar! #OkNo XD. Me he cargado otro tributo, el
chico del distrito dos, sé que parece extraño tan pronto para un
profesional pero no por ello su muerte fue al azar. Permitió a la
pareja del distrito cuatro descubrir cosillas ;). Quedan once
tributos. Uno menos y llegaremos hasta los últimos diez. En cuanto pueda actualizo la lista de tributos en juego, esto se anima :D
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Queridos tributos, aunque me encanta que esteis aquí y me leáis, me gustaría aún más que me dejarais vuestra opinión. Es lo que me anima a seguir la historia más que nunca.^_^