Tributos

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Epílogo: La impulsora de un nuevo juego

Quisiera pedir perdón por no publicar, pero lo cierto es que lo hice adrede ya que los martes estoy bastante ocupada con clases mañana y tar...

viernes, 2 de noviembre de 2012

Capítulo 1: Cynthia y William

Aquí os dejo el siguiente capítulo, es de transcición pero tranquil@s pronto llegará la cosecha.


Capítulo 1: Cynthia y William


Cynthia encendió la luz, mientras sus ojos intentaban acostumbrarse a la tenue luz del amanecer, aún era temprano, pero tenía miedo de volver a dormirse. De volver a envolverse en pesadillas que no parecen tener fin. Pesadillas sobre los juegos del hambre.

Y con razón, hoy es día de cosecha.

A pesar de ser del distrito uno, Cynthia nunca ha apreciado los juegos, le parecen un espectáculo horroroso, los de su distrito no suelen perder y si lo hacen suele ser cerca del final de los juegos. Pero aun así le parece un espectáculo grotesco, tanta violencia gratuita junta... Es horrible.

Le cuesta creer que haya gente que se presente voluntaria para esas cosas, pero gracias a esos valientes, niños de doce años y chicas asustadizas, que no saben empuñar ni un cuchillo, se han librado de una muerte segura.

Ella, sin embargo, con quince años y una fuerte reticencia a todo lo que tenga que ver con matar, no esperaba ser salvada, demasiadas chicas que la odian o simplemente le tienen envidia. Es linda, pero no demasiado, parece poca cosa en comparación con esas "bellezas" artificiales que buscan desesperadamente llamar la atención. Tampoco es demasiado fuerte, aunque desde que pisó la academia no es una enclenque, ni de las más reconocidas, no tiene ningún éxito acumulado. Y sin embargo ha conseguido el corazón de uno de los jóvenes más cotizados del distrito, el, a menudo, denominado, "chico malo de la academia", William Turner.

Su única solución para lo que podría suceder fue apuntarse a la academia, entrenar duro, por si algún día tiene la mala suerte de salir elegida, poder defenderse y así arreglárselas en la arena. Es la única solución que le queda para asegurarse la supervivencia durante el mayor tiempo posible en los juegos o incluso ganarlos. Aunque la mayor parte de las veces es incapaz de imaginarse esto último, le horroriza el simple pensamiento de tener que matar a otra persona. Sabe que seguramente, de llegar a los juegos, no tendrá más remedio que hacerlo, pero sigue sin entusiasmarle la idea.

Suspiró y se levantó, quizás tendría suerte y William se había levantado temprano para entrenar un poco antes de la cosecha, entonces podrían hablar y pasar un rato juntos. Antes del momento decisivo de elección de tributos. Cuando todos los jóvenes de entre doce y dieciocho años tendrían que dirigirse a la plaza donde los alinearán y separaran por edades. A mayor edad, mayor número de papeletas con tu nombre. Es de agradecer que este sea uno de los distritos más ricos y mimados por el capitolio. Nadie tiene que pedir teselas, nadie tiene la suerte de ser elegido más veces de las que permiten su nombre. Todos tienen las mismas probabilidades de acabar en los juegos.

Cynthia se vistió con algo sencillo, una falda recta sencilla y una camisa un poco ajustada pero cómoda, se apartó el pelo rubio claro, el cual no le llegaba más lejos de los hombros con una diadema clara y transparente. Hace unos años lo tuvo más largo pero después de que le hicieran una "venganza" pintándose-lo con pintura fuerte y casi indeleble, lo cortó hasta que no quedó nada de lo pintado a la vista. Una vez vestida y peinada, bajó a la cocina a desayunar. Obviamente, ni su madre, ni sus hermanos estaban aún levantados. Excusó de despertar a los criados y ella misma se preparó unas tostadas con mermelada de moras, proveniente de los distritos cultivadores en donde abunda esa fruta. En la tele se podían ver retransmisiones de antiguos juegos, que no servían de mucho para levantarle la moral, y menos luchar contra las pesadillas.

Como aún no habían comenzado los juegos de este año no tenía por qué ver eso, así que apagó el televisor y terminó su desayuno en total tranquilidad. En cuanto acabó, le dejó una nota a su familia y salió a la calle.

El día estaba nubloso, quizás lloviera, aunque sería extraño, ¿lluvia en el día de la cosecha? No, lo más probable es que empiece a llover después, o antes, estaba segura de que el capitolio jamás dejaría que un día de juegos se viese arruinado por el mal tiempo. Y en caso de que no se pudiera encontrarían un lugar más cubierto o como último recurso, cubrirían la plaza. Podían hacerlo, una vez lo hicieron.

Por suerte hoy no tenía pinta de llover mucho y menos durante mucho tiempo, por lo que no habría que recorrer a semejantes métodos. Y es un alivio, la última vez que cubrieron la plaza casi parecía un encierro, aunque dejaban a la gente salir, siempre y cuando se dirigiesen a un lugar donde habría opción de ver los juegos. Al menos cuando los retransmitían, ya que no los ponían veinticuatro horas sobre veinticuatro. Solo de día y a horas en que todos pudiesen ver como sus hijos caminan hacia la gloria, o hacia la muerte.

El distrito uno no siempre ganaba los juegos, pero lo hacía a menudo, todo era por culpa de la academia. Estaban más preparados que los otros tributos, era ilegal, pero el capitolio les dejaba hacerlo.

Cuando llegó al centro de entrenamiento comprobó que este estaba abierto. A pesar de que faltaban pocas horas para la cosecha, aún había gente en su interior entrenándose. Pasó de coger las armas y se dedicó únicamente a lo que había venido. William. Unos chicos pasaron hacia la salida, no sin antes saludarla amablemente, y ella aprovechó el saludo para preguntarles por su chico. Seguía dentro, contestaron, en el gimnasio.

Aunque pareciera mentira había gente amable tras la academia, no todos pensaban en la gloria de los juegos, muchos pensaban, simplemente, en sobrevivir y una minoría eran obligados por unos padres que temían a la cosecha más que a nada en el mundo.

Podía decir que pertenecía a la segunda clase, supervivencia, pero no le gustaba encasillarse en nada.

En el gimnasio ya quedaban pocas personas, una chica atlética tras la cinta de correr, un chico de pelo rizo que hacía abdominales, Thimoty, al cual conocía de vista y el chico al cual amaba, William.
Lucía sin camiseta, su torso, algo sudado, al descubierto, mientras levantaba pesas, Cynthia se le quedó mirando durante una milésima de segundo, estaba muy atractivo así, sus músculos se revelaban a cada movimiento. Intimidaban un poco sí, pero aun así eran perfectos, al igual que él. Sacudió la cabeza recordando que no estaba sola y se acercó.

– Descansa un poco, Hércules, o estarás demasiado exhausto para los juegos – bromeó al llegar, él sonrió y dejo las pesas, sentándose en la colchoneta. Y le indicó que se sentara a su lado.

–En realidad, hace tiempo que ya no me importa acudir a los juegos tanto como antes. — confesó. –Sino que si... Si voy, tendré que dejarte. — Cynthia no se sorprendió, eran pareja, es normal que él pensara así. Aun así el hecho le provocaba una inmensa alegría, que ella le importara más que los juegos, era increíble, nunca se lo imaginaría.

– ¡Oh!, no te preocupes por eso, te esperaré— Dijo, intentando animarle. — Porqué ganarás. Eres fuerte, atlético, estás bien entrenado y, quitando arcos y armas a distancia, eres un as de las armas. Sí, créeme William, de salir elegido vencerás— Afirmó convencida.

– ¿Y tú?— Preguntó William, tras un rato de silencio. — ¿No te preocupa salir elegida?

¡Claro que sí!, ¡le preocupa sobremanera! Es más, siente que hoy es su día, que saldrá elegida en la cosecha este año, por eso tiene tanto miedo.

–Confió en que no lo haga— Dijo ella, simulando una sonrisa optimista, justo lo que había planeado para esa pregunta. William no podía saber que ella ya imaginaba lo que iba a pasar. Que sería justo lo contrario, su nombre saldrá elegido. Irá a los juegos.

O al menos ese es el presentimiento que tiene.

Sin embargo, como no deseaba preocupar a nadie y menos a él, el que con el tiempo se ha convertido en el amor de su vida, optó por fingir que no pasaba nada y se dedicó a hablar de cosas triviales hasta que se les pasó el tiempo de armonía.

– Bueno, fin de la cuenta atrás – Dijo él, cuando uno voz por los altavoces les comunicó que la academia se cerraría en breves y que todos los estudiantes debían salir y reunirse en la plaza en media hora. Los que no fueran, eran llevados a la fuerza, si se resistían morían, o peor, eran convertidos en avox. Un "traidor" cuyo castigo consistía en que se le cortaba la lengua y condenaba a servir al capitolio. Como poco más que un criado. Muchos acaban sirviendo a los niños que van a morir en los juegos del hambre. Es un castigo cruel.

Esa parte no la decían, no, pero se intuía, y ninguno era demasiado valiente para comprobar su certeza.
Los distritos eran como animales en un corral, demasiado cobardes como para intentar huir, mientras los llevan al matadero. Porque eso es lo que son los juegos del hambre, un matadero. Veinticuatro niños son enviados allí, solo uno sobrevive.

Oh, sí, un maldito matadero.

Cynthia y William se levantaron dirigiéndose hacia la salida con prisas, eran los únicos que quedaban y a ninguno le apetecía que los sacasen a la fuerza.

Cuando llegan, están cerca y aun así para ella la distancia que los separa es insalvable. Dentro de media hora los separarán por sexo y edades, encenderán una pantalla con imágenes de los antiguos horrores de los juegos. Empezaran los siguientes y dirán su nombre.

Y ella... No volverá jamás a ver a William.

La idea la horroriza y durante un minuto no puede pensar en nada más, la plaza, su nombre resonando en los altavoces, ella soltada en arena, muerta en el baño de sangre, atacada por algún tributo... Esta será la última vez que se verán, tiene que ser inolvidable.

Y así lo será, piensa Cynthia mientras acerca sus labios a los de él.

Fuego, pasión, ardor, desesperación y tristeza... Esas emociones han sido percibidas solo en un momento, en aquel beso tan intenso que ella le ha ofrecido como si no hubiese un mañana. William se preocupó, ¿hay algo que no le ha dicho o simplemente tiene miedo de salir en la cosecha?

De todos modos alguien se presentaría voluntario, ¿o no?

Mejor no pensarlo, la simple idea de perderla lo horrorizaba.

– ¡Waouh!– Solo alcanzó a decir en cuanto se separaron. – ¡Sí que tienes energías, hoy!— Bromeó, provocando una risita hermosa en la muchacha.

– Nos vemos en la plaza— Se despidió ella.

– ¡Ponte guapa!— Contestó él.

Y así se despidieron, sabiendo que pronto, en la plaza, todo se decidiría para ellos.

4 comentarios:

  1. hola¡¡ me encanta tu capi ^_^ sigue así:) podrias afiliarme?¿ Gracias

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    1. Me alegro de que te guste. Claro, pero afiliame tu a mi también,¡eh! :)
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      En cuanto tenga tiempo escribiré el próximo.

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    2. Acabo de subir el siguiente, espero que te guste

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  2. A partir de hoy me lo leere! está muy bien
    por cierto sabes sobre la historia de beaty? Vuelve y esta vez terminada, más información aquí:
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