Tributos

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Epílogo: La impulsora de un nuevo juego

Quisiera pedir perdón por no publicar, pero lo cierto es que lo hice adrede ya que los martes estoy bastante ocupada con clases mañana y tar...

miércoles, 20 de septiembre de 2017

Capítulo 48: El nacimiento de la esperanza.

De nuevo perdonen la tardanza pero sin wifi es díficil actualizar en los tiempos.

Capítulo 48: El nacimiento de la esperanza.
 Nada más despertar Cynthia no tuvo apenas tiempo para concebir que ya no estaba en la arena, ante Sean, sino en aquella blanca habitación de hospital del Capitolio, simplemente se estremeció. Prácticamente aterrada por lo que había conjurado su mente. La expresión fría, cruda y cruel de Sean antes de atacarla y sus palabras, antes de hacerla arder para disfrute del Capitolio. Y no pudo más que llorar.

Se sentía aterrada, atormentada, destrozada. Sabía que no debería, que William no querría verla así, pero no podía evitarlo.

– Cynthia, ¿te encuentras bien?–La voz dulce de Cashmere, detuvo su llanto. Negó con la cabeza suavemente, agachando la cabeza, avergonzada. – Tranquila, ya te repondrás, ¿sí?–Asintió cabizbaja, quería hacerlo de todos modos, no le gustaba sentirse así. –Vas a tener que ser fuerte, Cynthia. Esto aún no ha acabado. – Cynthia la miró algo sorprendida.

– ¿Qué quieres decir? – Inquirió. Había ganado, había salido, y aunque sabía por el relato de su mentora que aquello no tenía porque significar alivio, dudaba mucho de que el Capitolio le hiciese lo mismo a ella, ¿o sí?

– La verdad. – Le explicó Cashmere. – Nolan se ha convertido en un auténtico mártir. En el momento en que él, después de pasarse los juegos violando sus normas, mató a William y se suicidó tanto su distrito como el cuatro se rebelaron. Y te puedo asegurar que como los secundas tu vida será igual o peor que la de Haymitch. – Tan pronto como oyó aquello Cynthia se estremeció, pensando en su familia y Bryan, no podía perderlos ahora, no lo soportaría. – Vamos a tener que hacer lo posible por calmar los ánimos, Cynthia. Por adaptarnos al rumbo que tomará el Capitolio para corregir estos juegos. Y para eso no solo debes dejarles claro que todo lo que hiciste fue por ganar, sino que veas lo que veas en tu retransmisión, no deberás cuestionarlo, ¿entendido?

A cada palabra que decía su mentora Cynthia se sorprendía más, ¿dos distritos rebelándose? Aquello era inaudito, no se lo creía, obviamente dudaba mucho que el Capitolio no pudiese hacer nada para frenarlos, pero incluso así…

– Entendido. – Aceptó y nada más oír su tono resignado su mentora la observó con orgullo. – Solo una cosa, ¿por qué el cuatro?, ¿por qué Sean...? –Se quedó callada, armando la última noche de los juegos en su cabeza. Lo que había dicho Nolan, que él y Sean eran similares… En cierto modo era cierto, los dos eran rebeldes contra el Capitolio, al igual que ella. Pero incluso así, ¿Sean Kingsley no quería vivir tanto como ella? ¿Entonces por qué se había asociado con el enemigo del Capitolio en su contra? No tenía sentido.

Cashmere se encogió de hombros.

– No lo sé. – Reconoció. – Lo único que sé es que tanto él como Giannira se pasaron los juegos desafiando las normas, ya sea ayudando a otros tributos. – La chica asintió, recordando lo que hizo ella por la tributo del distrito once. Había sido un acto de compasión, sí, pero seguía estando mal. – Ya sea manejando el espectáculo de tal forma que todos los planes del Capitolio salieron mal, y así no solo tú y él llegasteis a enfrentaros al final, de una forma más que inesperada. Sino que un tributo rebelde como Nolan llegó más allá de los últimos cinco, gracias a la alianza encubierta que tenía con él desde la segunda noche de la arena, puede que incluso antes. Pudiendo así despertar ambos distritos, cosa que creo que bien habría hecho Sean con aquel incendio, de no haber enloquecido.

Las palabras de su mentora no pudieron más que dejarla atónita. No comprendía, ¿la segunda noche? Imposible, Nolan le tiró un lobo encima, entonces ¿Y para qué iba a querer despertar Sean a su distrito? Aquello no le ayudaría a vivir. Tampoco veía la relación de aquel incendio con aquello, aunque quizás eso explicaría lo que dijo entonces, hablando como si se estuviera dirigiendo al Capitolio en plena arena. Y ya lo de los planes del Capitolio saliendo mal… Imposible.

– Espera… Espera...–Frenó a su mentora, más que ansiosa. – ¿La segunda noche?, ¿cuando Nolan le tiró un lobo encima?–Ante eso Cashmere la miró más que crítica antes de responder, contrariada.

– Más bien cuando él salvó a Nolan de un lobo para luego realizar un espectáculo más que impresionante con él; y después dejar que este atacase a William. Claudis no los llamó aliados encubiertos en vano, Cynthia. – Cynthia no pudo más que observarla tan incrédula como enfadada, todavía recordaba aquella noche, William siendo ayudado por Sean, Miller acusándole,… ¿Tenía razón acaso? Era obvio que sí y aquello la indignó. El que llegase a confiar de tal manera en el chico, creerle su amigo de tal modo que le defendió siempre ante William y los demás. Era cierto que el chico tampoco tenía razón para proteger a William, dada su alianza con ella para que su novio y ella no llegasen al final, pero incluso así, lo que hizo entonces…

Su mentora siguió hablando:

– Desde esa noche las pocas veces que él y Nolan se cruzaron fue para ayudarse y protegerse mutuamente, de tal modo que el segundo adquirió tal antena que simplemente era inevitable que sus actos desataran una tormenta en ambos distritos, dispuesta a explotar en el momento adecuado. Una tormenta que junto con el mando absoluto que tenía Sean de los juegos, y del cual no fui consciente hasta que Ennobaria me lo comunicó en la cuarta noche de la arena, hizo que todo el plan del Capitolio cayese en picado esa misma noche. Pero para entonces era demasiado tarde que ni ellos, ni nosotros desde arriba, hiciésemos nada. Nolan ya había traicionado a su alianza para reunirse con él; y él la vuestra, en cierto modo. Dejó ir a Giannira a las cuevas para que fuese a buscar a Jack, en principio para ayudarle, pero ella prefirió intentar matarle. Mientras él armó un plan con Nolan para acorralaros y así mataros en ese incendio, lo cual habría funcionado de no ser un desafío, y la auténtica razón por la que el Capitolio proclamó ese banquete, poco después. El problema es que para entonces Sean…

– Acababa de perder a Giannira y simple y llanamente enloqueció. Ya veo.–Completó Cynthia, entendiendo poco a poco el sentido de las palabras de Sean entonces "No importa lo que hagáis. No podéis frenarlo." Era obvio que aquel era un desafío al Capitolio, al igual que lo que hizo en el banquete. – Pero incluso así no veo por qué el matar a todos en un incendio iba a encender a los distritos, menos cómo Nolan iba a secundar aquello, por más desafío que fuera, él no quería seguir sus juegos. – Le explicó. Ya el incendio era una crueldad, a su parecer, como para encender a nadie en contra del Capitolio, al revés, mucha gente odiaría a Sean al regresar. Y conociendo a Nolan, su buen corazón, dudaba mucho que accediera a aquello.

–Pero sí que parecía dispuesto a ayudar a Sean a ganar los juegos. –Le desveló Cashmere, entonces. –En la tercera noche de la arena él le envío algo que no abrió hasta la cuarta, un mensaje para acordar una reunión en contra de los demás que contenía algo, un símbolo que hizo sus ojos brillaran en esperanza. Y desde entonces no solo estuvo más que dispuesto a traicionar a su alianza, cosa que seguramente descubrirás en la retransmisión, ya que aquel fue uno de los momentos favoritos del Capitolio. Sino que en el momento en que el tributo del distrito cuatro le convenció de que, uno el incendio no iba a funcionar, y dos, no tenía previsto que le ayudara a iniciarlo, sino simplemente a acorralaros, atraparos, y luego decidir a quién salvar, lo tuvo en sus manos. – A cada palabra que decía su mentora Cynthia se asustaba más y más de Sean, de su extremo potencial de manipulación y decisión, capaz de convencer a un tributo como Nolan de secundar sus planes, sin dudar. – Él le hizo creer que estaba de su lado, ¿comprendes?–Asintió automáticamente. – Cosa que, en cierto modo, sí que era verdad ya que nada más desatarse el incendio tanto el Capitolio como vosotros os concentrasteis más en frenarlo, y con él a Sean, que en detener a Nolan. Quién, nada más alejaros todos, salvo William, del lugar del banquete, tuvo vía libre para, no solo enfrentarlo, como quería el Capitolio, sino también decir lo necesario para desatar a ambos distritos y así cumplir su objetivo y él de Sean a la vez. Desbancar los planes del Capitolio a favor de los rebeldes.

Aquellas palabras removieron un conjunto imprevisto de emociones en Cynthia, asombro, admiración, orgullo,… Y no en vano, creía que el Capitolio era invencible, que siempre sus planes salían bien, por eso dudaba mucho poder ganar los juegos, sin embargo, esta vez, gracias a gente como Nolan y Sean…



– Waouh–Susurró más que maravillada, ahora sí que no podía odiar a Sean, por más que la indignara la forma en que la engañó para que lo protegiera siempre y así llegar al final, a pesar de su alianza con Nolan en contra de ellos, al contrario. Si su mentora tenía razón, si tanto Nolan como él buscaban desbancar el plan del Capitolio y así despertar a los distritos, no podía más que admirar su valor e ingenio.

– No deberías maravillarte por ello, Cynthia. – Le dijo Cashmere, observándola más que crítica. – ¿Eres consciente de que de haber vencido Sean, no solo tú estarías muerta, sino que él..?

– Haría un auténtico desastre en el Capitolio, lo sé. – La cortó Cynthia, más que comprensiva. – Por eso me enfrenté a él al final, era lo mejor ¿Crees que Finnick Odair me odia?–Preguntó algo temerosa. Si había algo que le había quedado claro de la última mañana de los juegos es que el vencedor estaba más que dispuesto a sacar a su tributo a todo precio. Así que verle morir así, en la recta final, no debió de sentarle nada bien.

– No lo creo. Tú y él sois demasiado parecidos como para que te culpe por algo. –Explicó la vencedora de Sexagésimo Cuartos Juegos del hambre. –Pero ten cuidado, ¿sí? Estos juegos son de los primeros, y probablemente últimos, que se les van de las manos al Capitolio por algo obvio, han transmitido esperanza. Esperanza en que sí la gente como Nolan, tú, o, incluso Sean, se unen, podrían ganarles algún día. Y la esperanza no solo es algo muy peligroso para el Capitolio, sino que también puede cegarte. Ser vencedor nunca ha sido un camino de rosas, al contrario, nos someten a un control y presión tan crudo que cualquier desviación, por mínima que sea, nos puede hacer perder todo. Sigue las normas, Cynthia, sigue las normas y sobrevive.–Le dictó y ella no pudo más que asentir a las instrucciones más que sabias de su mentora. Procurando callar sus sentimientos ante ello, el hecho de que ella también, comenzaba a tener esperanza. Cuando Cashmere le susurró de forma inaudible otra cosa, algo que la dejó más que perpleja: – Es lo único que podemos hacer hasta que lo que se desató en estos juegos prospere lo suficiente como para que los rebeldes cambien el juego de forma definitiva.

Y no en vano, su mentora parecía distinta a como la conoció al inicio de los juegos, confiada, decidida y valerosa, no lo suficiente para desobedecerles, obviamente, pero sí lo suficiente como para creer que otros sí pudiesen hacerlo y así vencer.

– ¿Cómo? – Inquirió con curiosidad, ¿cómo podían vencerles? El Capitolio no solo era muy poderoso sino que desobedecerlos conllevaba un riesgo obvio, perderlo todo a favor de algo que ni siquiera funcionaría bien. No lo había hecho hace sesenta y seis años, ¿cómo iba a hacerlo ahora? Cashmere se encogió de hombros.

– No lo sé. – Dijo entonces a la par que su voz se volvía casi inaudible. – Pero dejame decirte una cosa Cynthia, algo que no pude evitar notar al observar a Sean Kingsley en estos juegos. Todos tenemos un límite Cynthia, un momento en que simple y llanamente no aguantamos, en que no podemos evitar explotar. No creo que los distritos sean la excepción y ya lo han hecho dos. Obviamente el Capitolio los silenciará, siempre lo hace, pero, ¿qué pasaría si eso no fuese suficiente?, ¿si llegase un momento en que simple y llanamente estallasen todos? ¿Crees que realmente podrían frenarlos teniendo en cuenta de que son ellos los que los proveen? No pueden destruirlos a todos de un salto, ¿comprendes? No haría más que perjudicarles. Ese era el sentido del incendio que desató en la arena, y la razón por la que creo que, de estar cuerdo, habría desatado una auténtica tormenta. Doce chispas, doce distritos, y un incendio imposible de frenar.


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Exactamente, todo el mundo tenía un límite, ese el auténtico mensaje de Sean Kingsley en la arena, y su forma de controlar el juego. Forzar los límites de todos los que necesitara hasta manejarlos a su favor para desbancarlo todo en el momento adecuado. Y, en cierto modo, lo había conseguido.

Dos distritos habían estallado, convirtiéndose así en las primeras chispas de una rebelión encubierta contra el Capitolio. Pero no solo ellos, sino también otra persona, alguien que el Capitolio buscaba manejar a todo precio en estos juegos…

Finnick Odair

El mismo que se hallaba esperando a su estilista, para que le vistiera el traje para el evento que le esperaba en no muchas horas, la retransmisión de los juegos del hambre. Esperando y trazando algo. en la misma libreta que le había tendido Jared durante la última noche de la arena. Un esquema, lo que fuera que lo ayudara a comprender mejor al Capitolio y así desahogar en algo productivo la rabia que le producía su última charla con el presidente, y no precisamente porque ésta saliese mal.

Jared, el vencedor del distrito ocho, tenía razón en envidiarle, la locura de Sean no solo le ayudaba a justificar ese incendio, sino también el hecho de que ni se hubiese molestado en ponerle límites a su tributo desde el momento en que había sabido que Giannira le acompañaría a la arena. Porque aquello era una tarea imposible para él, desde que había desatado aquel incendio Sean se había vuelto simple y llanamente incontrolable para el Capitolio. Y lo único que podían hacer sus familiares y él por el chico era protegerle de las consecuencias de los "desastres" que provocaba. Lo cual, en cierto modo, era una exageración, pero no una mentira al fin y al cabo.

Dalila tenía parte de razón, lo único que conseguían poniendo límites al chico Kingsley era hacerles desafiarlos cada vez más. Convirtiéndolo todo en un pequeño juego para él, un juego en busca de emoción, desahogo, y diversión. Un juego que, en cierto modo, a él también le había gustado, era una forma de luchar como otra.

Sin embargo esa razón era, obviamente, una mentira, si había dejado a Sean actuar como quisiera en estos juegos era simple y llanamente por una rabia similar a la que tenía en estos momentos. Desde el momento en que supo que Giannira iba a ir a la arena con él había temido que aquello, la muerte de la chica, desencadenase una reacción tan imprevista como destructiva en Sean. Una reacción tal que no importase lo que hiciese él, sacarlo de la arena o no, lo perdería de todos modos.

Y dada la actitud del presidente en su reunión podría apostar que aquel hombre sabía tan bien como él, o mejor, los riesgos de que Sean hiciese un desastre tanto en la arena, como después. Ya tenía muy pocos límites desde la muerte de Zachary, ¿cómo iba a tenerlos tras la de Giannira? Y le daba simple y llanamente igual.

Porque era obvio que como lo hiciese la reputación que había adquirido el chico durante los juegos caería en picado, y así podría eliminarle sin que resultase un escándalo para el Capitolio. Lo cual no hacía más que darle más rabia al vencedor.

Una rabia tal que de no ser porque aquello no arreglaría su situación, no le ayudaría a dominar el juego, no habría vacilado en intentar matarlo en aquel momento, ganas no le faltaban.

Aparte, dudaba mucho de que eso fuese precisamente lo que quería Sean de él, al contrario. Si en algo se parecían el Capitolio y su amigo, desde que había enloquecido por primera vez, era en que sus planes eran casi igual de tétricos y certeros.

Y eso, junto con lo que le había dicho Sean antes de partir a la arena, su promesa si él moría, no derrumbarse y pensar en una forma de devolverles la moneda; además del juego de su tributo en la arena; le hacía pensar en otra cosa. Una forma de dominar el juego para así…

– Desbancar todo en el momento adecuado. Claro, eso es lo que quiere de mí. – Susurró entonces para si mismo, comprendiéndolo todo de nuevo y no pudo evitar estremecerse un poco. Aquel era un plan difícil. Inmediatamente buscó una goma para borrar el esquema que estaba trazando y hacer otro. Necesitaba centrarse, necesitaba calmarse, necesitaba recordar…



Había una razón obvia por la que Finnick Odair siempre se desviaba del camino que otros trazaban para él, su curiosidad insaciable. Era aquella la que le había llevado a espiar la consulta de su madre, la sanadora del distrito cuatro, con solo diez años, y así descubrir allí a aquel chico pelirrojo de su edad que observaba absorto una bandeja de cristales rotos; que parecían haber sido retirados de su mano diestra herida, mientras su padre le soltaba un discurso sobre lo que significaba ser profesional. Romper los espejos, resistir…

Fue aquel discurso precisamente lo que lo empujó a convertirse él también en un profesional, hablar con su hermano mayor, Felix, adiestrarse. El discurso y su significado, el como uno debe ser consciente de la realidad de la vida y adaptarla a sus necesidades. Descubrir todos los secretos de su alrededor y utilizarlos a su favor para sobrevivir.

Y, en cierto modo, Finnick Odair lo consiguió, lo averiguó todo a la par que crecía y se hacía fuerte, incluida la forma en que el Capitolio manejaba a los distritos. Su astucia para buscar la debilidad de cada uno, y así aprovecharla a su favor para que no se desviaran del camino. Por miedo a perderlo. Convirtiendo así todo en una especie de tablero de ajedrez en manos de los poderosos, y lo horrorizó.

No era algo que debiese estar permitido.

Pero no es que pudiese hacer nada por saberlo, solo crear un juego que le permitiese ocultar sus opiniones y así sobrevivir. O al menos no pudo hasta que conoció a Sean Kingsley.

El chico más valiente del distrito, la pieza rebelde del tablero del distrito cuatro, alguien imposible de frenar, y el objetivo principal de su admiración. Y así pudo, al fin, desviarse un poco, protegiéndolo, ayudándolo, y en cierto modo, le hizo sentir bien.

Le hizo sentirse valiente y libre seguir las reglas de su mejor amigo en vez de las del Capitolio, era una forma de luchar, una forma de ganarles.

O al menos lo fue hasta que él salió elegido para los Sexagésimo Quintos Juegos del hambre...



El ruido de la puerta al abrirse, a sus espaldas, lo hizo detener tanto su tarea como sus pensamientos, antes de que estos le perjudicaran en vez de favorecerle. Y agradeció que la sala de estilismo no albergase cámaras, ni micrófonos, si alguien, que no fuese Lyra, le viese hacer lo que estaba haciendo ahora podría meterse en un problema grave.

– ¿Cómo te sientes?–Le preguntó ella, intentando mostrarse tan dócil como comprensiva ante lo que le esperaba. La observó tan perplejo como incrédulo al notar que su pelo seguía luciendo aquel peculiar tono rojo fuego de Sean, a pesar de que este estuviese muerto ¿A qué jugaba con ello?

– ¿Sinceramente?–Inquirió él, haciéndola asentir, no parecía tan derrumbada como se la habría imaginado encontrar si él moría. Algo bueno. – Con ansias de desbancar a cierto señor que está ahí arriba de todo y con él todo su sistema "perfecto" de dominio. – Enfatizó la palabra perfecto con un tono especialmente sarcástico. – Cosa que no creo que consiga ahora mismo, por más que quiera. Así que es mejor que no piense en ello. – Admitió, resignado, mientras ella abría el armario de trajes en busca del que le tocaba. Era dorado, no tan brillante como el que había lucido en su entrevista con Jared, algo lógico ya que la estrella del evento iba a ser Cynthia, no él, pero incluso así bastante llamativo. – ¿Tú?

– Pues de no ser porque nuestros planes funcionaron a la perfección, creo que me habría suicidado.–Le desveló con una naturalidad que le dejó como mucho helado. Arqueó una ceja, ¿qué planes?

– ¿Qué planes? –Inquirió, observándola sospechoso, comenzaba a cansarse un poco de que jugase con él de esa forma. Sabía que lo hacía por Sean, pero incluso así… Ella rió.

– Teniendo en cuenta que tanto tu distrito como el ocho se rebelaron nada más morir Nolan, es más que obvio, ¿no crees?–Le contestó, mientras le ayudaba a vestirse. Asintió, a estas alturas era obvio que tanto él como ella estaban conectados en busca de un objetivo común. – Ya te lo dije, tu chico, es de oro, nos proporcionó una auténtica estrategia para ganar. Utilizar sus mismas armas, manejarlo todo entre las sombras, creando así un espectáculo imposible de frenar, tanto en la arena como fuera de ella, para desbancarlo todo en el mejor momento. – Sonrió maliciosamente chasqueando los dedos ante su rostro. Y él no pudo evitar recordar los mensajes que le había mandado a lo largo de los juegos. Aquellos que, junto con el juego de su tributo y su resultado, le hicieron notar que algo había nacido en estos juegos, algo no tan sencillo de frenar como lo parecía.

La esperanza.

– Yo no fui el único "castigado" con el que contactaste, ¿verdad?–Dedujo entonces, enfatizando la palabra castigado, y ella asintió. –La única persona a la que buscaste meter en contra del Capitolio, hay otros.– Otro asentimiento. – Y si lo hiciste es porque tenéis un plan efectivo en contra suya. – Y otro. – Entonces lo que estoy intentando hacer ahora quizás no solo sea más factible de lo que creo, sino que también os podría ayudar más adelante.

Al oírlo Lyra elevó la mirada hacia él más que ilusionada, al fin Finnick lo había comprendido todo, su papel en el juego incluido, y no podía más que agradecerlo.

– Exactamente, Finnick. – Dijo entonces, espiando sus cálculos. – Cada sistema tiene su falla, su punto débil. La de los juegos del hambre es el público, no en vano lo usaste para ganar el año pasado. – Asintió, en aquella época ignoraba los riesgos de aquello, creía que iba a ser como en su distrito, un poco de admiración, de cariño, y ansias de ayuda y apoyo, simplemente. – Y la del Capitolio…

– Son los vencedores. – Completó él la frase con la astucia brillando en su mirada. –Ellos están dispuestos a lo que sea por tenernos. – Y sonrió un poco, recordando lo que le había mostrado el mentor del distrito ocho la última noche de los juegos, su extrema popularidad. – Y ahora mismo, entre el casi impecable juego de Sean en la arena, antes de enloquecer, y la forma en que me vistes; creo que realmente me he convertido en el vencedor más cotizado del Capitolio. – Dedujo y ella no pudo más que asentir, encantada con la verdadera astucia del más joven vencedor del distrito cuatro. La razón de que ella lo admirase, realmente. – Quizás podría aprovecharlo para conseguir lo que quisiera de ellos.

– ¿Y que quieres, Finnick? – Le preguntó ella, entonces. Y Finnick Odair tuvo que reprimir sus ganas de reírse, era tan obvio, lo mismo que ellos siempre tuvieron en contra de él y los demás rebeldes…

– Lo mismo que me permitió sobrevivir siendo yo mismo en el distrito cuatro, Lyra: Secretos. –Contestó a la par que arrancaba la hoja, con intención de destruirla, antes de partir junto a ella. Más que determinado a seguir sus normas hasta el momento adecuado para desviarse y así ganarles.

Sí, en definitiva, el Capitolio estaba más que perdido en estos juegos.


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Y aquí está la clave :D, siempre pensé que lo de los secretos era algo más que producto de la curiosidad, una forma disimulada de dominar el juego y una ayuda muy valiosa de parte de nuestro querido vencedor del cuatro. Como veis todo acto tiene su consecuencia y aunque a guerra no está empezada, ni mucho menos, es momento de andar con pies de plomo para no acabar perjudicados ¡Nos leemos la semana que viene! :)

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