Capítulo 6: Angel y Demonio.
William pestañeó al ver
la chica que se había presentado como su estilista. Era rara, de pelo
ondulado blanco y piel clara que, no sabía cémo, brillaba con la luz y
ojos negros. Aunque había visto peor.
Habían pasado unas horas
desde que Cynthia se había largado a su habitación, sin decir más
palabra. Poco después él hizo lo propio, encontrándose con las personas
más raras que había visto en su vida. Un chico de piel azul escamada,
que le hacía parecer un pez. Otro de piel rojiza y cuernos, que según
él, estaban inspirados en un personaje legendario ficticio, de la
antigüedad: El diablo. Y finalmente una chica llena de tatuajes, y piel
rosada. Eran su equipo de preparación y se habían dedicado a "limpiarlo", maquillarlo y adornarlo, hasta que llegó ella. Su estilista.
– Hola William, soy Linneth. Tu estilista.–Se presentó ella.
–Encantado. – William le dedicó una sonrisa. –Y bien ¿Que tienes planeado para mí?
–Algo bastante bueno. No
te preocupes. – la chica le dirigió una sonrisa satisfecha y segura. –
Pero antes, siéntate, quiero hacerte una serie de preguntas y de paso
conocerte un poco. Al fin y al cabo es muy probable que acabe diseñando
tu traje en la gira de la Victoria— Dijo ella y lo guió hacia una parte
de la sala donde había dispuesta una mesa pequeña con dos sillas, una
enfrente de la otra.
–Yo que tu no contaría
con ello tan pronto— confesó William, ver que gente como su estilista,
mentor y seguramente el capitolio, lo veía ya como un vencedor lo ponía
melancólico ¿Cómo iba a proteger a Cynthia si todos apostaban por él?
Era injusto.
–¿Por?— preguntó Linneth
interesada, mientras se sentaban. Seguidamente pulsó un botón y la
comida surgió como por arte de magia. William observó con cierta avidez
los platos ahí dispuestos. Era verdad que las personas comían con los
ojos, pues hasta ver platos como, el de espaguetis a la boloñesa que
estaba enfrente suya, no le había surgido hambre.
–Cynthia. – contestó con cierto tono melancólico a la pregunta de su estilista, mientras rellenaba su plato de espaguetis.
–¿Tu chica? – siguió
ella y William simplemente asintió.–¿Realmente estás dispuesto a darlo
todo por ella? ¿Incluida tu propia vida?
–Sí— Afirmó William. – Ella es...distinta, no se merece esto, no se merece estar aquí y menos por mi culpa.
–¿Tu culpa?
–Bueno, de algún modo, tenía que asegurarse el capitolio de que me cobrase mi "venganza"
contra Finnick Odair. ¿O es que acaso no visteis como casi lo golpeo en
la gira? No digo que esté aquí por eso, claro que no. Pero es un
elemento muy bueno de emoción para vosotros.— Explicó William a Linneth.
– ¿Querrías por favor no
tratarme como una espectadora más del Capitolio?— le replicó ella,
contrariada. – Yo tampoco estoy de acuerdo con todo esto. Pero es lo que
hay.
–Lo siento. Normalmente no meto la pata, pero a veces se me escapan esas cosas. — se disculpó él.
– No te preocupes, aquí no hay cámaras, podemos decir lo que queramos. — Tranquilizó la estilista a William – Sobre Finnick...
– ¿Sí?
–¿Le guardas rencor por matar a tu hermana?
–Ya no. — Contestó
William. — Es duro pero... Lo comprendo, él solo quería vivir. Supongo
que en algún momento todos los tributos queremos lo mismo. No traer
gloria, no ganar. Simplemente, vivir.— A partir de ahí la estilista le
fue haciendo preguntas cada vez menos trascendentales, sobre su vida, su
familia, Cynthia, ... Cuando remataron de comer ella se levantó,
seguida de él y dijo:
–Bien, después de esta charla, te puedo asegurar del todo que no me he equivocado con el diseño. ¿Impaciente?
–Bastante— Contestó
William— Solo espero no llevar mucha brillantina. Ya sé que para el
capitolio eso es bonito. Pero para mí es de todo menos masculino. — La
estilista se rió.
–No te preocupes por
eso, irás todo lo masculino que quieras. Para este año yo y mi compañero
y estilista de tu novia, aunque la idea original es mía, hemos decidido
probar algo distinto. — dicho esto ella abrió una especie de armario y
sacó un traje plastificado. Seguidamente se plantó ante él y retiró el
plástico dejando a William asombrado.
Se trataba de un traje
de chaleco, pantalón y camisa, adornados con diamantes. Pero lo
sorprendente, era que tanto el traje como los adornos eran completamente
negros, o en su defecto, grises oscuros. Lo único discordante eran las
alas, combinadas en distintos tonos de gris oscuro y negro por todas sus
plumas. Eran espléndidas pero, ¿que tenían que ver con su distrito?
–¿Que significa esto?— Interrogó William.
–Pues, verás, imagino
que Devil, del equipo de preparación, te habrá comentado algo. — William
se quedó pensativo Devil, Devil... Ah, sí, era el tipo ese con cuernos
que le había hablado del diablo. — Mucho antes de Panem, los hombres
creían en una especie de divinidad llamada Dios, llena de bondad y en su
mayor enemigo, Lucifer. A la vez, lo dos tenían una especie desiervos,
que servían de guía a los humanos. Los ángeles por el lado de Dios y
los demonios, por el de Lucifer, o el Diablo, como lo llama Devil. Eran
prácticamente lo mismo, seres alados e inmortales, solo que mientras los
primeros guiaban a los humanos hacia el bien, los segundos los guiaban
hacía el mal. Por ello estaban siempre enfrentados. Esa naturaleza hizo
que ciertos escritores antiguos, con mucha imaginación, se inventasen
romances imposibles entre ellos. Bien, con eso, es con lo que vamos a
jugar. Tú y tu compañera. Ángel y Demonio. Juntos y en la misma
sintonía. — Explicó ella sonriente. – ¿Que te parece?
Clack, Clack, Clack, así
sonaban las... piernas del que se había presentado como su estilista al
caminar. Se trata de un hombre con la piel de un tono gris metálico,
que le hacía parecer un robot y zapatos que, por alguna razón que
Cynthia no llegaba aán a comprender, ni quería, por cierto, sonaban como
los de un androide al andar. O a lo mejor eran los pies, no sabía, como
tenían forma de patas de robot...
–Te tengo preparado algo
muy especial, ya lo verás— decía él, mientras se dirigía a un armario y
sacaba una especie de bolsa plastificada. Ella simplemente asintió,
intentando fijarse más en el atuendo que en el extraño personaje que se
lo iba a enseñar. – Ha sido idea de la estilista de tu compañero. Idea
muy buena, por cierto. ¡Te va encantar!— Aseguró él, y dicho esto
destapó el atuendo revelando un vestido de alguna época pasada, blanco.
Suave y largo pero sencillo y decorado con diamantes y piedras preciosas
de tonalidades claras. Aunque un poco provocativo a su gusto, pues se
trataba de un palabra de honor. Extrañadamente, estaba combinado con
unas alas de plumas blancas.
–Es...— Cynthia no encontraba las palabras adecuadas. – Precioso. Realmente precioso
–Me alegro de que te
guste. — Le dijo Knight, su estilista mientras ella se ponía el vestido.
– El vestido lo hemos cogido de una colección muy antigua de ropa,
basada en lo que llevaban las diosas, en las que creían miembros de una
civilización muy antigua, los romanos. Y las alas, de algo no tan
antiguo, unos seres puros y bondadosos con alas, en los que creía la
gente de antes de Panem. Creo que tú te pareces bastante al prototipo
que uno se imagina de ellos— Explicó.
–Entonces, ¿piensas que
soy buena y pura?— inquirió Cynthia interesada mientras se calzaba unos
zapatos blancos de tacón de aguja orneados de diamantes por delante y
abiertos en la punta, que le pasaba el estilista.
–Y bella. – le aseguró
el estilista, guiñándole un ojo. – ¿por qué?, ¿no lo eres acaso?—
preguntó y ante eso Cynthia se ruborizó de vergüenza. Sí, lo era tenía
que reconocerlo.
– Yo...— Comenzó ésta. — No se lo digas a nadie, ¿vale? No quiero que mis... intimidades estén expuestas ante el capitolio.
–No te preocupes— la
tranquilizó él. – Tu secreto está a salvo conmigo. Bueno, volvamos al
desfile. Verás, yo y mi compañera hemos decidido haceros opuestos, pero
juntos. Angel y Demonio, el bien y el mal en sintonía.
–¿Ósea que William irá de demonio?— se interesó Cynthia.
–Exacto, y ya verás, ¡le
quedará de fábula! Es lo bueno de diseñar trajes en conjunto. —
Contestó Knight, seguro de si mismo. – Sobre tu actitud, siendo un
ángel, tú eres la cara buena del equipo. Así que te encargarás de los
saludos y las sonrisas. — Cynthia asintió, no le agradaba mucho tener
que mostrarse entusiasta frente a esa gente que iba a disfrutar viéndola
morir. Pero necesitaba patrocinadores para sobrevivir el mayor tiempo
posible. Y para ayudar a William. — A la vez queremos que interactuéis
entre vosotros y os tratéis con cierta picardía. Bueno, el te tratará
con cierta picardía, tu con tal de que te ruborices y muestres cierta
timidez, bastará. Ni se os ocurra besaros. — le indicó a la joven.
–Sonaría falso y os restaría credibilidad. Habrá algún que otro momento
en que el se ponga celoso, pero es parte del espectáculo así que no lo
riñas. Mejor aún, no discutáis en ningún momento. Lo interesante es ver
lo bien que os lleváis y que la gente intuya lo tanto que os va a costar
olvidarlo, al llegar el momento de luchar por vuestra vida.
¿Comprendes? – Remató el estilista.
–Sí— contestó Cynthia.
–Pues entonces vayamos a
la plaza del desfile a reunirnos con Linneth y tu compañero. — sugirió
él, y se encaminaron a la plaza.
En la plaza ya estaba
todo dispuesto, los carros alineados por distritos listos para comenzar,
mientras los estilistas de los tributos ultimaban los detalles de los
trajes de estos. William se fijó en que varios de ellos observaban su
traje con curiosidad. Era de esperar, era la primera vez que su distrito
lucía colores oscuros y las alas, no ayudaban precisamente a uno a
pasar desapercibido, tampoco es que quisiera hacerlo. Por una vez lo
observaban por algo bueno y le gustaba.
Se dedicó a observar un poco sus
aliados, rivales y otros tributos, algunos iban precisamente ridículos.
Mientras que otros aún valían la pena, pero ninguno tan original como
él. Más todo se borró de su mente cuando vio a Cynthia.
Y es que estaba
preciosa. Una fina capa de purpurina brillante adornaba su vestido largo
y esplendido, junto con las diversas piedras preciosas que adornaban el
vestido y esas alas... Tanto las había criticado mentalmente y eran
preciosas.
–Cynthia, estás...Waouh!
— comentó en cuanto ella llegó a junto de él, la joven se ruborizó y el
la ayudó a subir al carro. Este estaba comandado por unos espléndidos
corceles blancos, los mejores caballos que había visto. Ni siquiera
necesitaban guía.
–Recordad, interactuad
entre vosotros. Cualquier tema bastará, pero que no sea demasiado
comprometido para no crear conflictos y sea cual sea la circunstancia ni
se os ocurra besaros. Los demás tributos os odiarían por acaparar
audiencia así. — Dijo Linneth, Cynthia y él asintieron y los estilistas
fueron a sentarse en un asiento de las gradas, junto a Evans. Mientras
que Cashmere estaba en otro lado hablando con Ennobaria, la mentora de
los del dos. Se la distinguía perfectamente debido al destello que
emitían sus particulares y mortíferos dientes.
Automáticamente, William le dio la mano a Cynthia y pudo sentir que ella temblaba.
–¿Nerviosa?— Inquirió.
–Un poco. — Confesó
ella. — Seguidamente desvió la mirada hacia los mentores, Cashmere le
devolvió una sonrisa radiante. Se fijó en que de entre los otros
mentores, el de los del 12, Haymitch, los observaba con interés. Como si
los estuviera estudiando, era la primera vez que no lo veía borracho.
–¿Te has fijado en que el mentor del doce nos está mirando?— comentó ella a William.
–Bah, seguramente está
buscando ideas, ya sabes que sus tributos nunca destacan. — él le quitó
importancia y paseó distraídamente la mirada por el público cuando vio
un chico conocido, ¡John! Este le saludó emocionado arrastrando consigo a
una mujer de unos treinta y pocos y pelo ondulado violeta oscuro, su
madre, seguramente. Mientras Cynthia observó a los otros tributos, la
del dos le daba un miedo enorme, mientras que el chico no parecía más
que un arrogante. Los del tres estaban asustados, mismo para los del
cinco o del seis. Aunque el chico del siete parecía muy capaz de
contenerse. Y el del ocho... La miraba fijamente. No sabía por qué, pero
esos ojos intensamente azules se le clavaban fijamente.
–Cynthia, ¿estás ahí?
Esto está empezando a moverse— la espabiló su chico y ella desvió la
mirada para centrarse. En efecto, el carro ya estaba avanzando y los
comentaristas empezaban a hablar.
– Bienvenidos, queridos
espectadores, los carros ya están comenzando a circular y pronto veréis
las maravillas que nos traen nuestros tributos. Comencemos por los
tributos del distrito uno, oh, oh, OH, — Caesar pareció quedarse sin
habla viendo los trajes llenos de destellos de Cynthia y William.
–Preciosos, ¿verdad?—
siguió Claudis, arrebatándole el micrófono de las manos y tomando el
revelo. – Un tema muy original a la vez que útopico. Angel y Demonio. Yo
personalmente estoy sorprendido. Revalorizar un diamante tan extinto y
sorprendente como el negro en el caso del tributo masculino. Muy
acertada decisión, ¡si señor!— cogió una ficha de las de tributos que se
hallaban desperdigadas por la mesa y se giro hacia el público gritando a
todo pulmón. – ¡Señores y señores, Cynthia y William!— los gritos de
todo el público ensordecieron todo lo demás.
–Los has oído, les
encantas— le susurró William a Cynthia, quien estaba ocupada saludando
al público que no paraba a gritar y aplaudir. Ella se ruborizó.
–No les encantas, tú— le devolvió el cumplido ella.
–¿Apostamos?— retó él.
–¡Perderías!
–¡Ganaría!— en ese
momento sintió como alguien le toqueteaba el vestido y, al girarse, un
chico pelirrojo le entregó un ramo de rosas. William lo fulminó con la
mirada y este retrocedió.
–Vaya, parece que el
chico del uno tiene carácter, que mirada. ¡Waouh.! — exclamó Caesar
impresionado. Prácticamente se habían olvidado de los comentaristas.
–¿Cuando ha recuperado la capacidad de hablar?— se burló William.
–¡No seas así!— le
reprochó ella riéndose. A cada comentario, cada sonrisa,...se veían
asolados por fotos. Prácticamente habían acaparado el público y esto era
fantástico, a la vez que peligroso.
Cynthia se contentó de
observar a los otros tributos, pues con tanto juego aun no se había
fijado en ellos. El chico del distrito dos observaba al público con pose
orgullosa y arrogante, iba vestido de militar, concretamente de
general, mientras que la chica iba de asesina o algo así. Los del tres
iban dentro de tabletas metálicas cuya pantalla retransmitía imágenes de
dos números, 01,01, 10, y así repetidos miles de veces. Mareaba un
poco, pero no estaba mal. La chica del cuatro iba de un ser mitológico
antiguo llamado ninfa, el chico, iba de tritón. Los del cinco llevaban
trajes chispeantes y los del seis, simplemente iban de pilotos. Los del
siete, como siempre de árboles. Intentó no mirar demasiado a la niña, le
daba pena verla allí.
Los trajes del ocho eran
varias telas combinadas y el chico iba con el torso desnudo. Por un
instantes sus ojos volvieron a chocar, y ella apartó la vista enseguida.
Le gustaba esa mirada, pero no podía encariñarse con ningún tributo. No
en los juegos, donde todos debían morir para que ella viviera. Más,
¿realmente quería hacerlo?
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Diamante negro.
Vestido de Cynthia.
¡INCREIBLE!
ResponderEliminarMe ha encantado el tema tan original y elaborado para los trajes del desfile, y las despcripciones son asombrosas.
Ay, Haymitch, ¿estará pensando que esa idea la podría aplicar a dos de sus futuros tributos? Jajaja, me gusta mucho que incluyas esos detalles, es decir, lo de Finnick, a Cashmere y ahora a Haymitch.
Espero con muuuchas ganas el siguiente capitulo (:
¡Besos!
Gracias, me alegro de que te guste. ^_^
EliminarPaula sube otro capitulo porfa tu historia sin lugar a dudas es la mejor de todas me encanta. Sigue asi.
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