Capítulo 16: De estrategias y renuncias
Y en cierto modo tenía
razón, los profesionales estaban tan metidos en su plan, en llevarlo a
cabo, que casi nunca advertían el de los demás. Estaban demasiados
inmersos en su mundo para ello. Como ahora se hallaba inmerso Sean,
recostado en horizontal sobre el canapé del salón dibujando sobre una
mesa pequeña que había en la esquina. Mientras, Giannira, que le había
convencido de no apartarla del canapé al adoptar esa postura, sino de
dejarla donde estaba sentada, de que no le importaba que apoyara su
pecho sobre las piernas de la chica; se hallaba acariciándole el
cuello.
—Dímelo. —Dijo con voz
seductora. —Dime, lo que planeas. —Sean suspiró intentando
concentrarse, hoy Giannira estaba agotando su paciencia. Sabía que era
una estrategia, pero eso no quitaba que él estuviera harto. Volvió a
bajar la mirada al mar azul que estaba dibujando, le había dicho la
verdad a William aquel día en las pruebas. Le encantaba el mar, era un
lugar tan lleno de paz, tan libre,...
Un lugar al que quería volver a todo precio.
—No. —Dijo con una
sonrisa observándola de reojo, cerró los ojos por unos instantes, y
Gianni sonrió, pero finalmente los volvió a abrir, mirando contrariado
la sonrisa satisfactoria de la chica.
—Podría estar
haciéndote esto todo el día. —Aseguró Giannira con una sonrisa
maliciosa. —Lo sabes, tarde o temprano caerás. —Él la miró con una
sonrisa desafiante.
—¿Qué te
apuestas?—Terció al fin. Se hallaban nivelándose con la mirada, cuando
sus mentores, Dalila, una mujer hermosa de veintitrés años y el joven
Finnick Odair, de quince años, entraron prácticamente discutiendo...
—¡No debiste hacer eso Finnick! ¡No debiste decirle que no!—Decía ella precavida y asustada.
—¿Por qué no? ¡¿Debí
acaso dejarle toquetearme?! ¿Seducirme? ¡¿Manosearme como una
descarada?! —Finnick estaba desatado, se le notaba en el rostro. Era un
chico joven, demasiado joven, que había tenido que crecer rápidamente y
de la forma más horrible. Ganando los sexagésimo quintos juegos del
hambre. Y lo había asumido, pero las consecuencias, eran otra historia.
—Debiste, sí, debiste.
Cualquier cosa, antes de permitir que amenacen a nuestros tributos.
—Entonces Sean, alertado, levantó la mirada hacia ellos.
—¿Quién nos está
amenazando? —Preguntó con cautela. Finnick suspiró, procurando
calmarse, estaba prácticamente temblando. No comprendía que ocurría,
por qué intentaban hacerle eso. Creía que todo se acabaría cuando
ganara los juegos, que lo dejarían en paz. Ganara, como ganara,...
—Hay, una mujer.
—explicó al fin. —Tú la viste coqueteando conmigo el día que llegamos al
Capitolio. —Sean asintió, reconocía perfectamente a esa mujer. La
había visto acercarse a Finnick mientras ellos salían del tren,
intentar hablar con él, seducirlo. Pero el mentor había sabido
esquivarla alegando que tenía prisa. Que tenía unos tributos que
preparar. Sin embargo, estaba claro, que uno nunca se cansaba de jugar
cuando quería algo. —Ella quiere poseerme, quiere seducirme, quiere
llevarme a la cama,...—Finnick volvió a temblar y cerró los puños,
Sean, por unos instantes también se tensó, como si aquello le afectara
también a él, y Giannira les observó con interés. Había algo extraño en
ellos, era como si se conocieran.
Aunque, ¿quién no
conocía a Finnick Odair? En solo un año se había convertido en una
celebridad. Un ídolo, y solo por ganar los juegos. Justo lo que quería
ella.
—Esto no debería de
estar permitido. No deberían de poder manejarnos así...—Terció al fin
Finnick en voz baja, Sean lo observó algo asustado.
—No deberías de pensar
así. —Le dijo también en voz baja, con el tono propio de quién parecía
saber de lo que hablaba. El mentor lo observó unos instantes y, de
forma imperceptible salvo para él, asintió. Se observaron y,
finalmente, Finnick sonrió, como si no hubiera pasado nada.
—Ni tú deberías de
sentarte así —Contraatacó ahora en voz alta. — Sean, estás en los
juegos, modera tu educación. No dejes ver lo malcriado que estás. —Sean
se rió.
—¡Oh! Perdona. —Cedió y
se sentó bien al lado de Giannira. Ella quiso cogerle la mano, pero él
se la soltó de un manotazo tajante, parecía tenso.
—Pero... —Giannira se
animó a abrir la boca. —Esa mujer..., ¿qué tiene que ver con que nos
estén amenazando? ¿Acaso tiene el poder para hacerlo?
—Exactamente. — terció
su mentora, decidida. —Ella es una vigilante. —explicó. —Y no
cualquiera, es una bastante próxima al que creo que es el vigilante
jefe de este año. De ella podría depender buena parte de la estrategia
de estos juegos. —Giannira abrió los ojos de par en par. Aquello era
buenísimo, podía permitirles ganar. —Si Finnick hubiera dicho que
sí...—Añadió.
—Aún puede hacerlo,
¿no?—Preguntó Giannira, Finnick la miró asustado, pero finalmente
asintió. —Aún puedes conseguirla. Utilizarla, averiguar lo que
sabe,...—Él intentó no mirarla a los ojos ¿Cómo podía ser la tributo
del distrito cuatro tan aprovechada? Tan mezquina,... No lo comprendía,
él no era así hace un año. Solo quería captar patrocinadores.
—Sabes que eso es
trampa Giannira. —Dijo Sean, intentando disuadirla de convencer a su
mentor. Más en ese caso, fue la mentora la que abogó por la perspectiva
contraria, con un comentario tan cierto como inesperado.
—También es trampa, que
William y Cynthia, accedan a la encuesta de los vigilantes solo porque
Cashmere, literalmente, se acueste con ellos. Y sin embargo lo hacen.
—¡¿Qué?!—Se indignó entonces Sean, Dalila entonces sonrió, sabía como despertar al joven tributo, hacerle desafiar los límites.
—Lo que oís. —Precisó
Finnick, cediendo él también. —Ellos tienen ventaja en estos juegos
porque hacen trampas. Y si ellos pueden hacer trampas. —Miró
alternativamente a Sean y a Giannira, decidido. Se arrepentiría de eso,
lo sabía, pero no había más remedio. Tenía que sacar a Sean de la arena
como sea. —Nosotros también. —Afirmó sonriendo. —Es una estrategia, un
contraataque. —La mentora sonrió, contenta de que Finnick estuviera
aprendiendo bien a ser mentor. De que por fin se doblegara al papel que
habían dispuesto para él. Seguidamente, observó a sus tributos, ¿qué
hacían juntos ahora?, ¿a qué jugaban?
—Hablando de
estrategias, ¿me podéis decir qué hacéis los dos juntos aquí? ¿Vais a
entrenar en conjunto para la entrevista?—Les preguntó, se podía hacer.
Sería extraño, pero se podía hacer. Sean observó a Giannira que le cogía
de la mano sonriente y, repentinamente, se separó de ella, optando por
fulminarla con la mirada.
—¡Claro que no! —dijo grosero.—Solo es que ella es una pesada.
—¡Sean!—Pareció querer reprocharle Finnick, cauteloso, pero él no se dio por aludido, sino que siguió enfrentándose a la chica.
—No empecéis a pelear
ahora. —Dictaminó Dalila autoritaria y, decidida, cogió a Giannira de
la mano y la sacó para afuera. Sean y Finnick esperaron pacientemente a
que las dos estuvieran lejos para hablar.
—¡No la
soporto!—Declaró finalmente el chico pelirrojo, hablando de su
compañera de distrito. —Sé que es mi compañera, que deberíamos llevarnos
bien, pero realmente no la soporto. No soporto lo superficial que es y
menos la influencia que quiere ejercer sobre mí. —Finnick por un
momento pestañeó, desprevenido, pero asintió.
Él sabía lo que estaba
pasando en realidad, a qué jugaba su tributo, pero era mejor no decirlo
siquiera cuando estaban solos. Porque nunca lo estaban.
—Lo sé. —Dijo dándole la razón. —¿Pero de verdad tenías que comportarte de esa forma tan insoportable?—Sean sonrió.
—Finnick. —Dijo simplemente. —Soy insoportable. —Y mentor y tributo se rieron a la par.
Finalmente Finnick se permitió sentarse a su lado, en total confianza.
—Bueno, Sean. —Pidió en
un tono bastante amigable, al chico que estaba a su lado, a la vez que
le cogía la mano. —¿Habemus entrevista?
—¡Habemosla! —Contestó Sean, sonriendo ampliamente...
William suspiró
dejándose recostar sobre el sillón. Se hallaba cansado, la primera parte
de la entrevista, con Evans, había ido bastante bien. Tenía un enfoque,
aunque sabía que este le favorecería solo a él. Pero después de lo
ocurrido con Cynthia era imposible que se mostrasen juntos en la
entrevista. Nadie los iba a creer. Pero la segunda, con Mystie, había
sido una tortura, al principio, el mentor había querido evitarla, pero
era evidente que la necesitaban. Por más arrogante que fuera, por más
estúpida, su acompañante sabía bien como había que comportarse en el
Capitolio.
Y estaba visto, que al
contrario de lo que creía, ser profesional no significaba que todo le
estuviera permitido. Había unas normas de estilo, unas normas de
educación, de cultura, de mesura,... a las que ni siquiera había pensado
hasta que Mystie entró y empezó a corregirle todo. Desde la forma, de
sentarse, que a su parecer estaba bien, hasta como captar al público en
la entrevista. Pasando por un montón de pasos previos y agotadores. Tres
veces, le había corregido en la forma de sentarse, otras tantas la de
moverse y otras tantas, la forma de sonreír. De verdad, no esperaba que
preparar una entrevista fuese tan duro.
También se hallaba
preocupado, por Cynthia, por él y por como llevarían los juegos... Su
estrategia, se basaba en que frente a los demás tributos, que iban todos
por su parte. Que no se fiaban ni de su compañero de distrito, y eso
que la mayoría se conocían de antes. Ellos se mostraban unidos y
perfectamente compenetrados. Cooperaban y se ayudaban mutuamente, sin
separarse jamás. Era algo nuevo, inesperado y por eso sorprendía y los
subía hacía arriba. El capitolio estaba emocionado con los amantes
trágicos. ¿Qué pasará con ellos? ¿Llegarán al final? ¿Podrían matarse
entonces? Sí, juntos habían conseguido captar toda la atención. Pero
ahora ya no lo estaban y no sabía que hacer.
"Me siento orgulloso
de que ella por fin reflexione, tome las riendas por sí misma. Deje de
comportarse como si siguiéramos en el distrito uno. Deje de coquetear o
simpatizar con otras personas, dispuestas a matarla al primer suspiro.
Pero nunca imaginaba que... Cuando lo hiciera,... se separaría de mí."
Pensó y lágrimas bajaron por sus mejillas, lágrimas de frustración, de
impotencia, de amor perdido,...
Mystie se había ido hace unos segundos,
garantizándole que le iba a ir genial en la entrevista.
Sabía lo que tocaba,ahora, Linneth, su vestuario. Pero ahora mismo no se sentía con fuerzas para ir.
—¿Qué se supone que tengo que hacer? —Murmuró para sí mismo.
—¿Qué tal, seguir
adelante? —Le contestó una voz fina y cercana. Él levantó la mirada,
Cynthia se tenía ante él con una pequeña sonrisa. Entrelazó sus manos
con las suyas. William la observó desconcertado.
—¿Qué haces? —Susurró,
ella se soltó y la pasó una mano por el brazo el chico, acariciándolo
mientras se situaba a su lado. William cerró los ojos sintiendo como
Cynthia le transmitía esa particular energía, esa magia, que surgía
entre ellos cuando le tocaba, cuando le besaba. Esa magia que los unía y
los aislaba del resto del mundo. Iba a echar de menos esto.
—Ser inteligente. —Dijo
ella al fin y apoyó la mano sobre su hombro. —Ser inteligente y
perceptiva. Has hecho bien en enviar a Evans a ayudarme con la
entrevista. Si no hubiera sido por él, no habría sabido lo que pasaba.
El juego que se origina a nuestro alrededor. —William la miró
sorprendido. No entendía nada, ella suspiró y se mantuvo tranquila
apoyándolo como siempre. No parecía decidida a hacer una ruptura, sin
embargo, hace varias horas,... Les había quedado claro que su relación
no tenía solución, no si no podían ponerse de acuerdo.
—No entiendo. —Dijo
finalmente. —No entiendo, como voy a manejarlo todo ahora. ¿Cómo
pretendes que les persuadamos de que estamos juntos en la entrevista?
¿Quién nos va a creer?—Expresó William, completamente inseguro y
temeroso observándola a los ojos. Ella suspiró decidida y finalmente
adoptó una expresión pensativa. No sabía muy bien que hacer. Si, seguir
con el juego que tenían y demostrarles que no podían vencerlos tan
fácilmente. Que no eran tan fáciles de convencer, fáciles de manipular,
fáciles de separar. Que tenían más inteligencia de la que parecía a
simple vista. O... Engañarles, como había abogado Cashmere en su
preparación...
—Quizás no debamos
hacerlo. —murmuró. Él suspiró negando con la cabeza y se levantó
situándose entre ella, enfrentándola con la mirada. Tenían que arreglar
esto ahora, antes de que se les vaya de las manos.
—Cariño...—Dijo con
cautela, entrelazando las manos de ella. —Tenemos que ponernos de
acuerdo en qué hacer. En a quién salvar. Si no, no llegaremos a nada.
—No he dicho que no pudiéramos hacer eso. —Contestó ella con determinación.
—Acabas de decirme que
ni me dejaras salvarte, ni quieres mostrarte unida a mí en la
entrevista. Es prácticamente lo mismo. —Terció el testarudo. Ella se
rió. Justo en el momento en que Evans y Cashmere penetraron en la
estancia para ir a buscarles, pero decidieron no interrumpirles.
—No, no es lo mismo. No
te dejaré salvarme porque uno, te quiero y no quiero que mueras de
ningún modo. Y dos, sé que eres el único capacitado para ganar. —Iba a
protestar pero ella situó un dedo sobre sus labios.—Y no es que quiera
mostrarme completamente separada, de ti. Quiero decirles que te quiero,
sí, pero tengo una idea más sencilla que que finjamos que no ha pasado
nada entre nosotros en la entrevista, algo imposible ya que nos han
visto todos los días de los juegos discutiendo. Que finjamos que sí ha
pasado, porque eso es justo lo que quieren. —Le explicó ella.
—¿Qué quieren?, ¿quiénes? —Preguntó William, confundido. Entonces Evans se aclaró la garganta.
—Veo que por fin
razonáis un poco. —Valoró justamente el mentor, William y Cynthia se
detuvieron observándoles. —He estado hablando con Cashmere después del
ensayo de Cynthia y los dos tenemos una firme teoría de lo que ha pasado
aquí. Han intentado dividiros—William se quedó callado y reflexivo. No
le sorprendería, al fin y al cabo, su fuerza residía en su unión. Sí se
disolvía, todo podía caer. Lo que aún no estaba seguro era a quién
podría haberse-le ocurrido plan tan brillante.
—Pero como...—murmuró. —¿Quiénes?— dijo en voz alta.
—Bueno. —Dijo Cashmere
con una sonrisa. —¿Quién, aparte de ti, lleva hablando con Cynthia desde
que comenzaron los juegos?—Al oír la pregunta William apretó los puños.
Sabía completamente quién. Ese crió... Inspiró hondo y pronunció con
rabia.
—Pues claro, ¿quién no?
Nolan—Cynthia rápidamente le soltó algo asustada de todos modos. Se
notaba que el chico le afectaba, lo cual le gustaba aún menos. Decidido,
iba a matarlo. Dijera lo que dijera Jack o cualquiera de los otros
tributos. Iba a acabar con ese niño.
Evans sonrió tranquilo.
—¿Sabeís? Aunque no lo
parezca, aunque siempre nos hagan competir, los mentores solemos
llevarnos bastante bien entre nosotros. Nos conocemos mutuamente, sobre
todo, los que llevamos varios juegos juntos. —Explicó. —El mentor de
Nolan es un hombre muy inteligente, sobrevivió hábilmente a los juegos
pasando completamente desapercibido y dejando que los otros tributos se
mataran entre ellos. Pero nunca ha tenido ocasión de demostrar su
ingenio porque, al igual que a la mayor parte de los distritos
desfavorecidos, siempre le tocan tributos mediocres. Muertos de hambre
que no tienen ni siquiera fuerza para agarrar una espada. —Sus tributos
asintieron comprendiendo poco a poco.—Hasta ahora.—Terció con una
sonrisa inteligente.— Nolan será un idealista pero es fuerte, hábil y,
puede que capaz de ganar. Es lógico que Jared Smith, vencedor de los
quincuagésimo séptimos juegos del hambre abogue por él. Por él y sus
aliados. —Y ahí, es cuando William se dio cuenta.
—Vale. —Confesó al fin,
completamente enrabiado pensando en Jack en aquel tejado y en como
había aprovechado su estado emocional para que le dijera justo lo que
necesitara. En como se había dejado manipular por el chico del distrito
siete. Jack, al contrario de lo que había creído en ese momento, era un
chico muy inteligente. Si había hablado con él era porque sabía
perfectamente lo que iba a pasar. Como iban a tambalearse gracias a
Nolan. Quizás el mentor del tributo del distrito ocho le proporcionara
una estrategia eficaz para ganarles. Pero estaba claro quién había
sabido aprovechar bien el juego en realidad, y no era él.—Soy un
completo idiota. —Cynthia volvió a situarse enfrente de él.
—¿Por qué dices eso?
Soy yo quién se ha dejado influir—Susurró ella, William quiso decírselo,
confesar lo que había hecho, pero se sentía avergonzado y si hay algo
que hace la vergüenza es provocar miedo de decepción. Por eso, no le
dijo que había pasado allí. No quería que Cynthia lo viera como más
débil de lo que se mostraba, porque entonces, sentiría miedo y el miedo
de la chica era lo que menos quería en estos momentos.
Necesitaba que confiara en él. En que podía manejar los juegos. Al igual que siempre lo había manejado todo en su distrito.
—Porque no lo he visto.
—Dijo al fin, callando una parte de la verdad. —¿Que decías de
engañarles? —Añadió simulando una pequeña sonrisa. Ella lo observó aún
reticente, pero finalmente lo dejó estar. Conocía a William, si se
empeñaba en no decir nada, no diría nada. Era muy testarudo. Sonrió con
inteligencia.
—No solo a ellos, sino
también a los otros tributos un poco. Juguemos con ellos. Dejemosles
creer que abogamos por separado un tiempo. Que ya no cooperamos. Que ya
no confiamos el uno en el otro. Dejemos-les que nos vean de forma
independiente, que seleccionen a uno de los dos,...
—Y intenten ayudarle a
sobrevivir. —Completó William comprendiendo. —No sabrán que al mismo
tiempo estarán ayudando al otro. —Murmuró. —¡Madre mía Cynthia! Es
increíble.—Ella sonrió y se abrazaron. —¿Cómo se te ocurrió?
—Me lo ha sugerido
Cashmere. —Dijo al fin y retrocedió observándolo a los ojos pero aún
sosteniendo su mano. —William, no quería renunciar a mis principios. No
quería matar, no quería engañar, pero,...—Ella inspiró hondo
mentalizándose, entendía que sí quería llegar al final no podía seguir
pensando así. Por más que le doliera. Si quería que ganara William,
tenía que abandonar sus ideales. —No puedo hacer eso y salvarte al mismo
tiempo. Es prácticamente imposible y no lo voy a intentar más. Voy a
jugar a sus juegos y sacarte de aquí, del lió en donde te has metido por
mí. Me da igual lo que haga. De todos modos voy a morir. —William la
observó sorprendido, ¿de verdad estaba dispuesta a renunciar a todo en
lo que creía por él? Era increíble, no sabía que hacer, quería salvarla
pero, al mismo tiempo, debía admitir que se sentía tocado por el gesto
de amor de la chica por él.
—No digas eso. —Le susurró simplemente. —No vas morir. No lo permitiré. —Ella suspiró.
—No empieces otra vez,
Will. —Dijo. —Tú postura es prácticamente imposible, lo sabes. No puedes
protegerme siempre. Esto es demasiado para ti. No puedes manejarlo.
—Sí que puedo. —Insistió. —Confía en mi, Cynthia, puedo,...—Pero ella le interrumpió.
—Confío en ti.—Dijo al fin. —Pero, al igual que Nolan, soy realista. Sé reconocer una causa perdida. —William se tensó un poco.
—¿Tenías que
mencionarlo? —Le reprochó en voz baja, ella bajó la cabeza avergonzada.
—¿Cómo puedes aun quererlo después de esto? —Insistió, de verdad que no
lo entendía. Evidentemente que no conocía al chico, pero eso no era
suficiente razón para que le cayese bien después de influir en Cynthia
de esa manera. Ninguna lo era, seguía decidido a matarlo.
—No creo que lo quiera.
—Susurró ella. —Al menos no de la forma en que tu te crees. Pero... No
puedo odiarlo, entiendo porque lo hizo. Porque todos los tributos hacen
lo que hacen. Quieren ganar los juegos. Quieren vivir —Explicó la joven,
comprensiva. —Y ahora dejemos el tema y vayamos a prepararnos, casi no
nos queda tiempo. —Él asintió, discutirlo ahora no arreglaría las cosas y
les haría perder tiempo.
Era mejor que lo dejaran y se concentraran en llevar bien los juegos. Era lo mejor para ellos.
—Bueno, asunto
arreglando, ¿entonces? —preguntó Evans. Los tributos asintieron. —Ya
tenéis estrategia, cumplid-la y uno de los dos vencerá. Por lo que es de
la entrevista, tened cuidado, manejad bien la vuestra pero estaros
atentos a las de los demás. Pueden ayudaros a ver lo que los tributos
pretenden en la arena. La mayor parte de ellos suelen revelarlo allí,
confiados en su juego. —Otro asentimiento, sabían que no debían
distraerse. —Tenemos que tener en cuenta en cierta parte, después de
esto. Que estos juegos serán bien diferentes de otros. Estaros bien
atentos a la entrevista de Nolan, creo que es el único tributo, después
de vosotros, capaz de captar los corazones del capitolio. —William
asintió rápidamente, no le caía bien el chico, pero había visto bien,
durante la emisión constante de las valoraciones del capitolio, que
sabía manejar el romance tan bien como él. Otra cosa es que se atreviera
a usarlo con ese fin, claro.
Evans sonrió, pero
Cashmere se mantuvo inmersa en su mundo unos instantes. Parecía
pensativa, como si hubiera pasado algo por alto, y lo advirtiera ahora.
Finalmente dijo, con tono de advertencia.
—Y a la de Sean. Tengo un mal presentimiento sobre él.
—¿Sean? —Se extrañó
William. —Si es un idiota. — Dijo con seguridad. Para él, el chico del
cuatro, no tenía prácticamente ninguna oportunidad. Al igual que el del
dos. Los había cogido como aliados porque sabía que no tendrían reparos
en matarlos, a él y a Cynthia, si les decían que no. Pero, por lo que
era de su potencial, los dos habían sacado unas notas que demostraban
perfectamente que no eran hábiles para ganar los juegos. Muy pocos
tributos lo eran realmente.
—Sí, lo es. —Afirmó
Cashmere, dándole la razón. —Pero Finnick Odair no. Ha ganado los juegos
con solo catorce años. Algo que prácticamente nadie se imaginaba de él.
Al menos hasta la entrevista, donde destacó realmente. Consiguiendo a
todos los patrocinadores para él. Incluso pasó por encima de tu hermana
Will, y eso que era bastante guapa. —Explicó.
—Sí, lo recuerdo.
—Precisó William, comprendiendo porque su mentora estaba advirtiéndoles.
—Eclipsó fácilmente a todos los tributos. Con su actitud adorable y
firme... Después de su entrevista, después de él...—Pronunció las
palabras con cierto rencor, aún recordaba a su hermana en los juegos.
Tan hábil, tan capaz, si no fuera por ese chico,...
—Ningún tributo pudo
hacer nada. —Contestó Cynthia. —Sí, yo también lo recuerdo. Me encantó.
—Afirmó. —Y me sentí mal al querer que ganara. Rubí y yo nunca nos
llevamos bien. Opinaba que era una chica bastante tonta como para estar
con su hermano, pero de ahí a desearle la muerte...—murmuró ella con
arrepentimiento. Era cierto, hace un año, en los sexagésimo quintos
juegos del hambre, había apostado por Finnick. El chico del cuatro, un
tributo desconocido, sobre la hermana de su novio. Y eso que llevaban un
año juntos y se llevaban de maravilla...
—No te preocupes. —Dijo
enseguida él, en voz baja. —Sé perfectamente porque lo hiciste
realmente y nunca te tuve rencor. Yo también lo habría hecho de no estar
Rubí en los juegos — Admitió al fin; era un tontería enfadarse por eso,
no podían cambiar el pasado y era mejor que no lo recordara. Porque si
lo hacía, volvería a querer vengarse. Y aunque Sean iba a morir de todos
modos, prefería que lo hiciese tajantemente, para que ganase Cynthia. A
que él se dejase llevar por sus sentimientos y lo torturase. El chico
no tenía la culpa de nada, solo era un tributo profesional más. No tenía
porque ser duro con él.
—Exactamente. —Dijo
entonces Cashmere. —Por eso os digo que tengáis cuidado. No sé lo que
piensa Finnick, pero si, al igual que todos los mentores, quiere que
gane su tributo, hará que destaque en la entrevista. —Los tributos
asintieron, completamente compenetrados, completamente decididos y se
fueron a preparar. Sabían lo que tenían que hacer y como, no iban a
dejarse engañar, no iban a dejarse vencer. Uno de los dos ganaría este
juego. Estaban seguros de eso.
Hola otra vez!!
ResponderEliminarMemememe eeeencantaaaaaaa
Me ha gustado mucho la estrategia de los chicos, es muy buena y *cruzo los dedos* les puede dar buen resultado.
Estoy deseando leer las entrevistas para comprobarlo.
En cuanto a Sean, me alegra que Cashmere se haya dado cuenta de que oculta algo, ¡Y vaya si lo hace! Madre mia con él y Giannira!! Cuidadin con ellos...
En cuanto a Finnik me da mucha pena:´( Pobrecillo, lo que tienen que hacer sus mentores por sus tributos...
En fin, tendre que seguir leyendo para averiguar que pasa a continuacion
Nos vemos pronto!!
MUAKES!