Tributos

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Epílogo: La impulsora de un nuevo juego

Quisiera pedir perdón por no publicar, pero lo cierto es que lo hice adrede ya que los martes estoy bastante ocupada con clases mañana y tar...

martes, 11 de abril de 2017

Capítulo 41: Explosiones conectadas

¡Hola! Estoy aqui con buenas y malas noticias, ¿cuales? Pues en primer lugar sé como termina el fic, lo que quiero contar, pero a la vez no sé como hacerlo. Tengo medio epílogo, pero nada del Capitulo final y eso que tengo una idea de lo que contendrá. Pero bueno, como este será el 49, tengo tiempo de sobra para publicar e imaginar, así que tranquilos que este fic dará para rato.
Capítulo 41: Explosiones conectadas


¡Estoy harto de que todos reaccionéis como si fueseis juguetes en manos de los auténticos dueños de los juegos! ¡Esto no está bien!

Finnick suspiró, decidiendo apagar la pantalla del pequeño móvil, que le había proporcionado Lyra, cuando la muchacha se enteró de lo que había hecho con Ellia Novoa, su principal patrocinadora, aquella noche, en la fiesta del capitolio, durante su Gira de la Victoria. Apartarse de ella, por miedo a lo que pretendía hacerle. Tocarle en busca de excitarse con un chico al que al menos triplicada la edad, a pesar de que hubiese jurado al presidente que seguiría sus reglas.

Recordaba perfectamente lo que le había dicho entonces “No estás solo, si no estás dispuesto a, bajo ningún concepto, seguir sus reglas, podemos ayudarte”. Pero no habían podido, porque en el momento en que creía que todo estaba bien, que podría superar la muerte de sus padres y seguir adelante en su odisea contra el Capitolio, Sean había sido elegido en la cosecha.

Y no solo eso, aquella vigilante, el Capitolio, todo se había movido para que tuviese que aceptar, ya no podía echarse atrás. Y sin embargo, ahí estaba, en una habitación donde sabía que no había cámaras, viendo una y otra vez las repeticiones de la disputa de Nolan con su alianza, la disputa y el camino que había elegido después; (algo que el Capitolio no había querido mostrar, enmascarándolo con los planes de ambas alianzas enfrentadas, pero que su estilista le había enviado en un tiempo récord); como si por hacerlo pudiese cambiar todo.

–No sé a quién pretendo engañar, prácticamente no tengo remedio. En fin. –Susurró para sí mismo y suspiró, quitándose los auriculares, mentalizado para volver a su sala de mentoreo, como le correspondía. Era mejor que no jugase demasiado al rebelde en estos juegos, por más que Sean pareciese decidido a hacerlo cada vez más, junto con el chico del ocho. (O al menos esa era la impresión que le había dado al ver aquel símbolo en la nota de Nolan). No le convenía.

Después de aquella discusión con su compañera mentora, Dalila había decidido quedarse con él porque, al igual que el vencedor, había visto que estos juegos ponían a Sean cada vez más tenso y aquello no era nada bueno; menos después de que su tributo recibiera ese regalo, perfecto para, no solo cambiar las tornas, sino para también, revivir sus pesadillas…

En la arena los vigilantes habían decidido retrasar el avance de la alianza de Jack, a la par que Cynthia y Sean dejaban de patrullar y trazaban un plan de acción con los profesionales. Un plan para el cual Sean debía de estar despierto porque sería justo el momento en que ella le permitiría largarse, por eso había intentado dormir después.

Pero entonces había tenido esa pesadilla y a partir de ahí todo había ido mal, le había visto como le veía en el distrito cuatro, cuando se conocieron, confundido por su mente, roto, y con un odio incontrolable al Capitolio. Una mezcla muy peligrosa para los juegos.

Pero lo peor para él fue ver como, poco después, mientras los vigilantes decidían dejar el juego que había permitido a Nolan, Annabelle, e incluso, Cris, compartir impresiones sobre sus aliados, Sean besaba a Giannira. Ahí él que había perdido los nervios había sido él. Había huido de su sala, incapaz de seguir soportando como el Capitolio hablaba ahora de Sean y de los “trágicos amantes del distrito cuatro”.

Le enfurecía demasiado, Giannira no debería estar en esta arena, Sean menos, y desde luego no por él.

Pero no importaba lo que pensara en estos juegos, no le ayudaría a sacar a Sean de la arena.

–¿Finnick? ¿Puedo pasar? No sé en qué piensas, pero creo que sabes no puedes pasarte todos los juegos escapando de las cámaras del Capitolio. –La voz de Jared lo distrajo de escribirle a Lyra, preguntándole la razón de que ella, precisamente ella, le enviase aquel video. De preguntarle a qué jugaba la estilista en estos juegos. Y decidió dejarlo estar y abrirle la puerta al mentor del distrito ocho. Él tenía razón, de todos modos, pero no había podido evitarlo, estaba encendido, y después, al recibir aquel mensaje de Lyra con las imágenes de lo ocurrido con Nolan se había puesto tan mal que se le habían quitado las ganas de salir de la habitación. No mientras sintiese su cabeza cada vez más dividida entre luchar contra el Capitolio o no. Ya no podía hacerlo.

–Pienso en que tu tributo no es él único que se harta de ver desgracias a favor del Capitolio.–Se sinceró, en voz baja, haciendo que Jared le mirase a los ojos algo asustado, a él y a la luz de valor de sus ojos. Algo estaba pasando en estos juegos. Algo que cada vez era más difícil de frenar. –Pero yo, al contrario que el tributo del distrito ocho, estoy atado. –Finnick apretó los puños, frustrado, mientras que Jared, simplemente, sonrió.

–Yo que tú no me rendiría tan pronto, Fin. –Le dijo entonces. –Hay algo que me enseñó Nolan durante estos juegos, algo por lo que siempre le vi oportunidades de ganar, la gente como tú está llena de trucos. Solo tienes que encontrar algo que te de ventaja.

–Quizás tengas razón. –Murmuró pensativo. Era lo mismo le llevaba insinuando Sean desde el día de las pruebas, que deberían buscar una forma de devolverles la moneda. El problema era que él, al contrario de lo que le dio a entender su amigo, todavía no estaba seguro de cómo. –¿Viniste a buscarme por alguna razón en especial, aparte de insinuarme lo que ya sé?

Jared asintió.

–Vine porque nos toca actuar de nuevo como mentores aliados, y esta vez, de verdad. Mientras tú te encerrabas aquí pensando en qué hacer, le he mandado a Nolan el último regalo, haciendo que el publico enloqueciera rogando por un encuentro entre él y Sean que desbarate los planes de ambas alianzas. Se supone que deberías haberlo hecho tú, pero poco importa, de todos modos. Los profesionales piensan acorralar a sus rivales en las cuevas, donde, supuestamente, Jack y Nolan están haciendo trampas para apresarlos. Trampas hacia las que, supuestamente, les guiarán los demás tributos de la alianza. Lo demás, nos toca descubrirlo esta noche. –Dijo y, decidido, le tendió la mano a Finnick Odair y se dirigieron a la sala del distrito ocho, donde encendió el televisor, justo en el momento en que William, Cynthia y Miller penetraban a las cuevas por el camino más cercano a la Cornucopia, mientras que Sean y Giannira habían elegido uno de los tramos del bosque luminoso. La tranquilidad del cuarto día de la arena se había acabado.



Finnick, por su parte, se acercó a una de las pantallas de mentores y, tecleando los comandos adecuados, consiguió que mostrara a sus tributos, para ver, con alivio, que estaban bien. Era obvio por qué se habían separado de los demás, Sean, al igual que Jack, era muy bueno manipulando, en el momento en que vio que no tenía oportunidad de escapar, había tenido que apresurar su plan de acción. Apostar por una división muy semejante a la que habría, si su amigo hubiera podido huir, una división que, por la tensión de William y Miller en estos momentos, intuía que la chica del distrito uno había apoyado sin dudar. Era todo tan diferente y similar que daba miedo.

Arqueó una ceja, interesado, al notar que, otra vez, hablaban entre ellos, solo que en ésta ocasión, no lo estaban haciendo en susurros, ni menos sin un fin. Y comprendió por qué Sean había besado a Giannira mientras discutían sobre el significado de su regalo.

– Giannira, sé que te dije que iba a ayudarte y consentir tu presencia a mi lado. Pero creo que eres tan consciente como yo de que ésta batalla es determinante, de que podría ser el camino para llegar al final. Y si al final lo es tú y yo…–Comenzó a explicar Sean, decidido, deteniéndola, cuando faltaba poco para que llegasen a las cuevas.

–No podemos llegar al final. –Completó ella, al instante. –Por eso me pediste disculpas.

–Sí, eras mi último cabo por atar. Mi ancla a la realidad, en el momento en que tú mueras yo simplemente no podré echarme atrás. Estoy perdiendo el control, Gianni. –Ella entonces lo miró tan asustada como comprensiva y supo que Giannira, al igual que él en su momento, había entendido que Sean no estaba bien.

–Sean, aquel día...–Se interrumpió cuando el chico del distrito cuatro le tapó la boca, más precavido que nunca.

–No preguntes. –Le recomendó, entonces. –No preguntes, podrían sospechar a qué estoy jugando. No preguntes, sigue el juego y actúa por tu supervivencia. Si quieres ayudar al chico del distrito siete, para que él te dé una oportunidad de vencer en estos juegos, no puedes seguir conmigo. –Pero Giannira negó con la cabeza.

–Ya no me interesa salvar a Jack, ese chico es un genio dispuesto a seguir sus reglas en todo momento, no es una oportunidad, es una amenaza. Y las amenazas deben ser eliminadas. –Contestó, agarrando su tridente, completamente determinada. Finnick no podía creerlo, en el momento en que escuchó el nombre de esa chica en la cosecha, supo que su "hermano" lo pasaría bastante mal. Nunca se imaginó que los juegos se virasen de aquel modo y la persona que había pretendido utilizar el Capitolio, para destruir a Sean, se convirtiese en su mejor aliada.

"Es increíble el poder del amor en las personas." Pensó para sí mismo, observando como sus tributos debatían sobre sus planes de acción en estos juegos. El amor era de lo que llevaba hablando el Capitolio, desde el inicio de los juegos, el amor de Cynthia y William, de Cynthia y Nolan, y ahora, de Sean y Giannira. "Un poder del que, por desgracia, nunca disfrutaré."

Y volvió a pensar en aquellos ojos, los ojos de Denalie Cresta en la arena, que le habían recordado a otro tipo de ojos, los ojos verde mar de una chica de doce años con la que había chocado el día de su cosecha. Una chica más de las del distrito, a las que había pescado observándole, desde que con catorce años se había convertido en el joven más hermoso de su distrito, pero cuya admiración era distinta, más discreta, pero también, más atenta y perspicaz. Justo en el momento en que su tributo decía:

–También me sirve. Ese chico no se merece ganar los juegos. Nadie se lo merece excepto yo.–Finnick sacudió la cabeza, no sabía por qué pensaba en la hermana pequeña de Denalie Cresta ahora, en Annie. No le convenía. –Solo recuerda, todas las cámaras del Capitolio te están mirando, haz un buen espectáculo de ello.

Giannira asintió, encaminándose ahora a las cuevas, más decidida que nunca, mientras que Sean, simplemente, la miraba de lejos, para luego suspirar antes de desviarse hacia el lugar de reunión con Nolan. Justo cuando la mano de Jared se posó sobre la suya, haciéndole levantar la vista de la pantalla hacia él.

–Perdona, –Dijo, entonces, en voz cada vez más baja. –pero no me gusta la forma en que reaccionas cuando los ves. La forma en que te enfureces, pones melancólico, o las dos cosas. Estás muy tenso Finnick, casi temblando de rabia, y aquello, aunque te favorece, porque la ira es un tipo de fortaleza muy valiosa, no es algo que deberías mostrar ahora mismo. –Finnick no pudo más que mirarlo, sorprendido, al oír aquello que le susurraba, de forma inaudible, el mentor del distrito ocho, acababa de comprender algo muy valioso. –Quizás, deberías mirar otra cosa.

Y toqueteó la pantalla hasta que mostró, de nuevo, las repeticiones de la alianza del distrito ocho, en concreto, el momento sucedáneo al que Nolan había leído la nota de Sean, de la cual el Capitolio había omitido el símbolo, cuando, tras él, cayó el último regalo, ese tranquilizante.

–No parece que contenga ninguna nota. –Dijo la tributo del distrito ocho al verlo, pero nada más saber lo que era sus ojos se iluminaron.–Aunque, la verdad, tampoco la necesita. –Cercioró. Nolan asintió, con una ensayada sonrisa maliciosa que demostraba que sabía perfectamente lo que hacer ahora. Porque, al igual que él, había averiguado a la perfección de que iba el juego de Sean.

"Pretendo hacerte fuerte, Finnick, eso es lo que planeo."
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Enobaria levantó la vista hacia la pantalla del Capitolio, potencialmente interesada al ver como el chico del distrito cuatro sacaba su bloc y comenzaba a dibujar algo, luego negaba con la cabeza y volvía a dibujar hasta que, de repente, sus ojos se iluminaron.

–Eso es... –Dijo entonces. –Doce puntos.–Y sonrió ligeramente de una forma casi maléfica, debía reconocer que Sean le parecía potencialmente interesante estos juegos. Y no solo él, también, Finnick, los dos mostraban una mezcla potencialmente peligrosa para los juegos.

Aunque el segundo no estaba en la arena, estaba en el Capitolio, de mentor, aventajando a su tributo a todo precio. Y sin embargo Sean, al igual que ella en su tiempo, no debería ganar.

–Eres consciente de que no debería de gustarte, ¿verdad?–Terció Evans, situándose a su lado, hoy parecía inquieto, sabía por qué, lo había visto en la salida del edificio donde se hallaban los mentores, discutiendo con su mujer, por su hijo, al cual, al parecer, debían traer al Capitolio.

Asintió, tenía razón, no debería de gustarle, debería de odiarlo. Pero no podía evitarlo. Ese chico, lo recordaba, lo había visto en la retransmisión de sus juegos, un niño brillante de once años que, al llegar la profesional del distrito cuatro a los últimos ocho, convenció a todo el Capitolio de que debía ganar.

"Al igual que está haciendo ahora" Pensó y se rió, ella, al igual que Miller, había perdido todos sus sentimientos ya antes de presentarse voluntaria. Cuando vio aquel juego que hicieron los vigilantes en los Sexagésimos Juegos del hambre con su hermano pequeño, aquel chico de catorce años, por el cual nadie se presentó voluntario. Al igual que pasó con Finnick, solo que Arturo no solo no ganó sino que, al llegar a la final, junto a Nadia y el chico del distrito cuatro, sus amigos, no quiso matarlos. Y ellos tampoco.

Debía admitir que cuando lo vio fue como un golpe de realidad. Creía que no lo harían, que buscarían un modo de enfrentarlos, un regalo, lo que fuera, pero no, mandaron esos mutos, hicieron una masacre y... Mataron... A su hermano.

Por eso se presentó voluntaria dos años después, el Capitolio quería unos juegos interesantes, algo mucho mejor que lo que ocurrió en los juegos siguientes, con esa suertuda del seis, algo impactante, y ella podía dárselo.

–¿Sabéis? –Llamó la atención de los mentores del distrito uno que, al igual que debería de hacer ella, vigilaban a sus tributos en las cuevas.–Todavía me cuesta creer que os dejaseis engañar por él. Que no lo recordéis. –Señaló al tributo del distrito cuatro con la mirada, el cual, a pesar de que debería esperar a Nolan, ya estaba sacando y analizando los materiales que recibió la noche anterior. –De ti Evans, no me sorprende, desde que ganaste has pasado olímpicamente de los juegos. Pero Cashmere ganó dos años después de mí, debería saber quién es. –El mentor la observó con curiosidad, pero no cayó en la cuenta, mientras que ella, simplemente, pestañeó.

–Bueno. –Dijo entonces Enobaria, al ver aquella certeza en sus ojos. –Mejor tarde que nunca, ¿no creéis?–Y sonrió de nuevo, en verdad estos juegos estaban siendo muy interesantes.–Sean Kingsley es un prodigio, siempre lo fue. Por eso advertí a Miller sobre él. Ese chico tiene los juegos en sus manos. Y creo que ella, Nolan, y, tal vez, el del siete, son los únicos que advierten lo que supone.

En las cuevas los profesionales comenzaban a avanzar, atentos, buscando a sus enemigos, mientras que los tributos masculinos del distrito siete y ocho hablaban sobre el último punto de su trampa.

– ¿En serio estás pensando en destruirla? –Inquirió el chico del distrito ocho, desde que había visto esa nota había algo en su mirada, esperanza. Algo que podía ser tan peligroso como interesante.

–Sí, claro. Es la mejor forma de que nadie me gane en estos juegos. –Dijo, con naturalidad, el chico del siete, observando a su aliado a través del reflejo, perspicaz. El cual ya se hallaba a su lado, más tranquilo que nunca. –Aunque antes me hubiera gustado quitarle el cristal a Sean. Esto es sospechoso, Nolan, supone una ventaja demasiado obvia. Y aunque nos favorece, no dejo de pensar en las cosas que me transmitió Blight cuando le dije que quería ganar. Todo está conectado, Nolan, lo sabes tanto como yo. –Pasó la mano por aquella ventaja que, no sabía cómo, había conseguido el vencedor del distrito cuatro para su tributo. –Todo está conectado según los planes de esa gente que tanto odias. Todo excepto esto.

–Porque permite ganarles. –Dijo entonces Nolan, en voz baja, adivinando, y tanto ella como Cashmere arquearon una ceja y Enobaria supo que la mentora del distrito uno también sabía que, por una vez, los chicos del distrito uno no eran los únicos en hacer trampa en estos juegos. La habían hecho desde los juegos de ella. Gloss había hecho lo que sea para que Cashmere saliera vencedora de los Sexagésimo Cuartos Juegos, literalmente. Marcando un ciclo. Igual no estaba mal, todo valía para ganar los juegos del hambre. Pero no dejaba de parecerle interesante que ella y Finnick Odair tenían técnicas similares, y sin embargo, estaban en lados opuestos del tablero.

– Me pregunto si Finnick advierte lo que supone que haya conseguido esto en su primer año de mentor. –Murmuró Cashmere, tan atenta como asustada. –Lo que significa.

Nolan entonces se rió, invadido por una alegría incontrolable, que hizo que el chico del distrito siete le observara confuso.

– ¿De qué te ríes? –Inquirió y el chico del distrito ocho sonrió, decidiendo mostrar su verdadera cara.

–De que no vas a ganar los juegos, Jack, los va a ganar Sean. –Contestó y, sin vacilar, se lanzó sobre él, cogiéndolo desprevenido por algo obvio, confianza, el chico del siete confiaba en que Nolan no lo atacaría porque creía que el chico no iba a matar a nadie salvo, quizá, William.

Y en cierto modo, no lo mató, solo hizo lo que le había dicho su mentor de hacer, comportarse como el traidor que ahora todos creían que era en los juegos. Atacarlo, dominarle por un momento hasta que Jack, tan incrédulo como asustado, se echó hacia atrás, pero era demasiado tarde.

– No te preocupes, Jack–Dijo entonces Nolan, mientras el tributo del distrito siete perdía la conciencia. –Sobrevivirás. Al fin y al cabo, Sean quiere hacer un lindo espectáculo contigo.

Y al verlo, Enobaria volvió a reír, debía admitir que ella, al igual que el Capitolio, amaba los juegos del hambre, sobre todo desde años como el de su hermano. Los amaba porque sabía lo que eran, lo que significan, un espectáculo, una lucha, pero no solo entre los tributos.

Eran una lucha entre el Capitolio y los rebeldes.

Y, por una vez, los primeros no estaban ganando la batalla.

– Sí, realmente. –Murmuró ella, observando la expresión dudosa del tributo del distrito ocho, al ver su antiguo aliado caer así. Pero luego sacudió la cabeza y partió igual. Mientras, en otro punto, el tributo del distrito doce y la del ocho, se lanzaban al ataque contra los profesionales, ignorando que su plan, al igual que el del Capitolio, estaba cayendo en picado. –Algo está cambiando en estos juegos.

Las explosiones se conectaban formando un espectáculo que era cada vez más difícil de frenar.

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¡Sorpresa, sorpresa! ¿os esperabais a Enobaria de narradora? Yo tampoco la verdad, al principio iba a usar a los tributos, pero me obligaría a revelar información antes de tiempo, así que tuve que pensar en otra persona. Y una parte de mí siempre se preguntó, si Enobaria estuvo de parte del Capitolio desde el inicio, ¿por qué dice aquello de darles su propia medicina cuando votan los juegos con niños del Capitolio? No tendría sentido si no hubiese perdido a alguien, y ya que me las arreglé para que, sin querer, el año 60 fuese un año de desafió, pues decidí planearlo así. Pero pudo ser de cualquier otra forma. Jajajaja. En cuanto a lo de Lyra, no es ninguna sorpresa, ya en el Capítulo 37 parecía jugar a los rebeldes con Leslie, ¿verdad? Espero que os haya gustado el Capítulo. :D

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