Tributos

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Epílogo: La impulsora de un nuevo juego

Quisiera pedir perdón por no publicar, pero lo cierto es que lo hice adrede ya que los martes estoy bastante ocupada con clases mañana y tar...

martes, 23 de mayo de 2017

Capítulo 42: La clave es no pensar

¡Buenas noticias!, conseguí seguir la fic hasta el Capítulo 50 que está por terminar. El resumen y arreglo de los juegos me llevó lo mío pero, en general, estoy bastante satisfecha. A la vez comencé a escribir lo más parecido a una continuación de la historia que serían los juegos de Annie. Se trata de una historia en primera persona de Capítulos cortos que comenzaría a publicar en cuanto termine esta (No creo que aquí, pero quizás en otro blog), ¿por qué? Es obvio, ¿no? Contiene demasiados Spoilers de la fic a partir del quinto y sexto Capítulo. Y si bien no tiene nada que ver con Cynthia sí lo hace con otros rebeldes y los cambios en los juegos tras los Sexagésimo sextos, las consecuencias buenas y malas del final de los juegos. Pero para eso tendremos que llegar al final de la historia y del Capitulo 42 al 50 hay mucha distancia así que, tiempo al tiempo jajajaja :D


Capítulo 42: La clave es no pensar



Al ver la expresión de Jack antes de caer, aquella sombra de perplejidad, certeza y miedo en sus ojos, Nolan estuvo a punto de echarse atrás. Pero luego sacudió la cabeza y decidió comenzar a poner las primeras trampas para retener tanto a sus aliados como a sus enemigos, en el tiempo en que advertían la doble traición que estaban sufriendo. Que advertían que realmente no había puesto ninguna trampa hasta ahora, o al menos no las que buscaba Jack.

Debía reconocer que estaba muy confiado como para estar en la cuarta y, posiblemente, última noche en la arena. Pero entre la nota de Sean y aquella pared no podía evitarlo.

No podía evitar pensar en que realmente no importaba que no ganase estos juegos, no después de ver que él estaba de su lado, de que el chico del distrito cuatro, al contrario que él, demostraba una auténtica destreza para manejar el espectáculo a su conveniencia. Podía ganar los juegos, decididamente sí, y como los ganase el Capitolio estaría en el mismo problema que si los ganaba él.

Aparte, había algo en lo que no se había detenido a pensar, o recordar, hasta que vio aquella ventaja, más bien alguien.

Lo había visto tras su fracaso en mantener la compostura durante las pruebas de los vigilantes cuando, al advertir lo que significaba lo que había hecho, se había lanzado al tejado a gritar todas las injurias que había podido. Un chico que en vez de asustarse o frenarle simplemente le dijo:

Eres consciente de que eso no te ayuda en nada, ¿verdad?–Nolan debía reconocer que al oírle se había quedado más que perplejo, recordaba aquella voz de la Gira de la Victoria. La voz del vencedor de los Sexagésimo Quintos Juegos del hambre: Finnick Odair. Asintió.

Pero no puedo evitarlo. Quiero luchar, ¿entiendes?–El chico cobrizo lo miró a los ojos y asintió, había una gran determinación en sus ojos. Una determinación tan familiar a la suya que en cierto modo le chocó, del mismo modo que le había chocado encontrarse a Sean hablándole como si fuesen amigos desde el primer día de entrenamiento. –Quiero luchar, pero,¡en lo único que puedo pensar es en que tengo todas las oportunidades en contra!

Casi gritó, haciendo que el vencedor apretara los puños con firmeza antes de afirmar.

Bienvenido al club, Nolan. Llevo todos estos juegos intentando encontrar algo, una baza que me permita hacer ganar a Sean en mis propios términos. Pero es imposible. –Declaró Finnick Odair suspirando, frustrado. En cierto modo, fue en aquel momento que sospechó que había algo entre los dos, algo que no descubriría hasta la entrevista. Complicidad.

No deberías reaccionar así. Es tu primer año de mentor, ¿sabes? No tienes porqué...–Intentó tranquilizarle un poco, fiel a su disposición de ayudar a cuantos necesiten en estos juegos, pero el chico cobrizo enseguida lo interrumpió.

Cuando escuches su entrevista comprenderás que en cierto modo sí tengo. –Explicó para luego mirarle más determinado que nunca. –Escucha, no estoy seguro de que pretende mi tributo contigo, pero a mí también me gustaría ayudarte un poco. Hay algo que aprendí en mis juegos, algo que en cierto modo me permitió ganar, Nolan. La clave es no pensar.


En aquel momento Nolan no había comprendido muy bien el consejo, parecía ir en contra de sus principios, y a la vez fue justo lo que hizo en estos juegos. No pensar, actuar según sus deseos de tal modo que nadie pudo predecir lo que iba a hacer hasta ahora, los dos lo hicieron, y ahora gracias a eso…

– Podemos ganar los juegos. –Susurró para sí mismo, esperanzado, a la par que se ponía en marcha corriendo por el camino que le había indicado Sean en aquella hoja, un camino que en principio parecía tranquilo hasta que, de repente, notó algo, unas flechas que surgían de la nada, otra trampa. Pero entonces el tridente de Giannira se interpuso, desviándolas

– Sigue adelante, Nolan ¡Estos juegos nos están saliendo genial!–Dijo la chica del distrito cuatro sonriendo, más determinada que nunca. Nolan le sonrió tan agradecido como aliviado, al parecer los vigilantes estaban reaccionando.–¿Dónde dejaste al del siete, por cierto?

– ¿Dónde tenéis esa ventaja tan prodigiosa?–Dijo como respuesta y los ojos de la chica se iluminaron al instante antes de que partiera. Por un momento se preocupó por ella, por verla sin él, y sin embargo…

Sean y ella no pueden llegar al final. Es obvio que se iban a separar tarde o temprano.” Dedujo rápidamente a la par que seguía corriendo, casi emocionado. Era sorprendente lo bien que se conectaban los elementos a su favor, como un desfile de chispas cada vez más imposible de frenar. No sabía cómo lo había conseguido el chico del distrito cuatro, pero realmente se lo agradecía.

– Pareces muy contento, chico. –Cercioró Sean, en cuanto llegó a aquel tramo de bosque iluminado. Se hallaba tan relajado y despreocupado como siempre, lo cual no hacía más que aportarle confianza. Nolan rió.

– ¿Cómo no quieres que lo esté?–Exclamó alegre, se sentía bien, demasiado bien, era casi como si tuviera la victoria en sus manos y sin necesidad de salir de los juegos. –Esto es increíble, Sean, ¿cómo se te ocurrió semejante técnica?–Su aliado sonrió misteriosamente y dijo.

–Sexagésimo Segundos Juegos del hambre: Denalie Cresta. –Nolan asintió, recordaba aquella chica en los juegos, una profesional que, al igual que él, se dedicó a hacer lo que le viniese en gana durante la competición. Sin alianzas de ningún tipo y luchando a su peculiar modo. Le encantó.–Escuchame. Esto es lo que haremos. –Sacó una hoja donde parecía haber dibujado una parte de las cuevas recorridas por un esquema de trampas conectadas para acorralar a los demás tributos y atraparlos en unas zonas calculadas, y no solo eso. Había otras cuyo fin era, una vez iniciadas, crear chispas que, apoyadas por el acelerador adecuado, se juntaban hasta formar un auténtico incendio. – No te puedo asegurar que funcione. – Le susurró. – Los vigilantes no son idiotas y este acto, en cierto modo, viola completamente sus planes en estos juegos. Es un desafío al igual que nuestra unión. Sin embargo dada la fama que tenemos…

–No podrán frenarlo. –Adivinó Nolan, enseguida sonriendo. –Del mismo modo que tampoco pudieron frenar a tu mentor en el momento en que decidió hacer lo necesario para ganar. –Volvió a reír de nuevo para luego estudiar el esquema y su rostro se ensombreció un poco al pensar en lo que suponía aquel fuego, aquella trampa. Si los vigilantes no reaccionaban a tiempo, fuese por las razones que fuese, todos los tributos morirían calcinados, incluida ella.

Se estremeció. En cierto modo sabía que Sean no era como él, lo había visto durante todos los juegos, su valor, su decisión al matar, y aun así ese juego, ese acto...

–Sean, ¿eres consciente de lo que supone esto, verdad? –Dijo temeroso. –De que si ellos no...–La carcajada que soltó su amigo lo cogió de improviso.

– Lo harán, no te preocupes. No es la primera vez que hago esto, ¿comprendes?–Aseguró en voz cada vez más baja, casi inaudible. Al escucharlo Nolan lo observó tan perplejo como asustado. No parecía haber ningún arrepentimiento en su rostro, al contrario. –No es la primera vez y me temo que ellos lo saben tanto como yo. Es demasiado obvio que no me dejarán ganarles dos veces del mismo modo. –Siguió mirándolo, impresionado, a él y a su sonrisa siniestra ¿Ganarles? ¿Eso significaba lo qué creía que significaba?–Pero no te preocupes, no tengo previsto que participes en eso de esa forma. No tengo previsto que mates a nadie que no quieras en este juego. Al contrario, una vez que empiece podrás salvar a quién quieras.–Le dirigió una sonrisa tan plácida que, por un momento, el chico del distrito ocho estuvo a punto de olvidar la frialdad de su mirada, mientras admitía que había iniciado un incendio para vencer al Capitolio. En definitiva, este chico era más peligroso de lo que imaginaba. Y sin embargo...

Es el mejor aliado que puedo tener en estos juegos” Admitió para si mismo, centrado, y siguió escuchando los planes del chico que se hallaba frente a él. Ahora mismo era demasiado tarde para echarse atrás, estaban en la última noche de arena y ya había traicionado a su alianza. No podía más que seguir el juego que había iniciado, incluso aunque sintiese que estaba cometiendo un error al hacerlo. Que tal vez los planes de Sean Kingsley no fueran tan puros como los suyos…


Pero Nolan no era el único con la sensación de que estaba cometiendo un error en estos juegos. También Cynthia y no precisamente por Sean. Al contrario, era perfectamente consciente del posible propósito del chico del distrito cuatro al proponer aquella división, por eso lo apoyó a pesar de la forma crítica en que la miró William. No le importaba que Sean y Giannira les traicionasen en este preciso momento, después de su advertencia era lo más lógico.

Lo que sí le preocupaba, por eso se sentía incómoda en aquellas cuevas, era la batalla que les esperaba, no importaba las vueltas que le diese, las veces que se repitiese todos los actos inadecuados que había hecho el chico del distrito ocho, seguía siendo incapaz de verlo morir. Menos enfrentándose a William.

También él le daba vueltas al asunto, a qué hacer para que Cynthia no hiciese ninguna locura mientras él se enfrentaba al chico del ocho. No solo quería hacerlo cada vez más sino que era consciente de que, después de su batalla en el baño de sangre, no habría forma de rehuir semejante enfrentamiento. Él lo deseaba, el Capitolio también, y estaba seguro de que tras la reacción de Cynthia en el baño hasta lo aprovecharían para dar más emoción.

Quizás por eso estaban un poco atrasados respecto a Miller, quizás también fue por eso que no detectaron a sus enemigos hasta que les atacaron. Hasta que aquel cuchillo aterrizó justo al lado de la posición de la chica del distrito dos, la cual, más atenta que ellos, se había desviado a un lado nada más verlo, antes de gritar:

– ¡Doce!–Y lanzó una de sus estrellas pero tanto el chico del distrito doce como la del ocho, la esquivaron de forma impecable antes de huir. Miller, excitada, se lanzó tras ellos sin siquiera pensar en lo ilógico que era que huyeran después de atacar. Pero cuando William iba a seguirla Cynthia lo detuvo.

– Debemos hablar. –Dijo entonces, en voz baja. El chico se detuvo, virándose, extrañado.

– ¿De qué?

– Lo sabes perfectamente, Nolan. Dudo mucho que soporte que lo mates ante mí, ya no lo hice en el baño. Y menos al revés.–William suspiró.

– Ya lo sé. Llevo dándole vueltas desde el día de ayer. –Desveló. –Miller tiene razón, por más que me duela, si lo mato me matarás y si él me mata, a él. Cosa que te destrozará tanto como si yo me matara ante ti.–Ella asintió, cabizbaja.

– Eso es otro asunto del que te quería hablar, Will. –Explicó. –Hasta ahora no he matado a nadie porqué ya lo haces tú. –William arqueó una ceja al ver la forma en que le fulminaba con la mirada. –Pero ya te dije en su momento que como sigamos así llegaremos al final. Creo que deberíamos pensar en separarnos. –Él la observó algo sorprendido.

– ¿Estás segura? ¿Crees que llegado el momento podrías matar? – Le preguntó, inseguro. Ella se encogió de hombros.

– No lo sé, pero ya te lo dije, no puedo llegar al final contigo. En lo único que pensaré si lo hago es matar a quién, o qué, te ataque, para mantenerte vivo. –Le explicó directamente. – Y no me conviene si quiero ganar.

Al ver la expresión tan sorprendida como orgullosa en los ojos de William, Cynthia no pudo evitar sentirse triunfal. Sabía que aquello era algo peligroso y casi desesperado, que realmente seguía sin poder confiar en matar a alguien, pero aquella era la mejor solución que se le había ocurrido para detener a su chico en su empeño en matar a todos de esa forma tan cruda. William suspiró.

–Está bien, pero espera un poco, ¿quieres? –Cedió, él, todavía reticente. No le apetecía discutir con ella en estos momentos de todos modos, les perjudicaría.–Todavía quedan demasiados tributos vivos para que venzas. Espera al menos hasta los últimos ocho. –Le recomendó, ella suspiró pero asintió.

–Está bien. –Aceptó, igual no era mala idea. Solo faltaban dos tributos de todos modos. –Pero si nos encontramos ahora con Nolan no creo que tenga la capacidad de huir.

–Lo sé. Pensaré en ello, ¿de acuerdo?–En cierto modo no importaba, desde que sabía que Nolan era diestro en trampas era demasiado obvio que el chico del distrito ocho intentaría atraparle para que batallaran en algún momento a solas. No habría problema. Ella asintió y retomaron la marcha tras su aliada.


Cris, por su parte, serpenteó esquivando cada vez mejor las armas de la chica del distrito dos. A su lado, Annabelle casi temblaba a par que corría. Era consciente de que en algún momento deberían separarse, si querían dividir a la alianza contraria y así poder vencer. Pero no solo era incapaz de hacerlo, sino que al ver que faltaban los chicos del distrito cuatro, era demasiado obvio que Sean ya había intuido que buscaban hacer. Igual no importaba, Jack y Maika podían encargarse de ellos, también.

Siguió corriendo, buscando la primera retención dispuesta por el chico del ocho, pero no la encontró. Qué raro. Hizo que Annabelle se agachara, para evitar otro proyectil, y escuchó como la chica del dos protestaba. Los del uno, por su parte, parecían algo atrasados pero dudaba de que se hubieran desviado en un camino recto como lo era el que cogieron.

Así que no se inquietó más que de correr en busca de los puntos de las trampas y retenciones que cada vez distinguía menos. Al parecer los caminos tampoco querían cambiar todavía, tal y como les había indicado Nolan, ayer. Los vigilantes controlaban todo aquí y no había razón para que impidiesen a los profesionales matarles. Vio que Annabelle estaba cada vez más inquieta, temerosa y, ¿arrepentida? Sí, era eso. Así que no le extrañó mucho cuando una vez que llevaban un buen trecho sin encontrarse trampas, ni suyas, ni de los vigilantes, ella lo atrajo a un saliente casi temblando. Y le abrazó, buscando valor.

– No te preocupes. –Le susurró él. –Todo saldrá bien. – Y agarró uno de sus cuchillos para ver si podía lanzar y así quizás accionar alguna trampa desde allí, ya que seguía sin verlas ¿Se habría equivocado de ubicación, acaso? No, estaba seguro de que su aliado la había dispuesto allí.

Ella negó con la cabeza. Justo en el momento en que la chica del distrito dos penetró en el túnel y, al no verle, volvió a llamarle por su número de distrito, con una voz casi cantarina, que le hizo apretar los puños. Al parecer ni se había molestado en memorizar su nombre. La vieron cruzar delante de ellos sin haberlos visto.

Bueno, trampas o no, ya tenemos una separada. Lo que no sé es si Maika y Jack podrán con ella.” Pensó, justo cuando la tributo del distrito ocho le depositó un beso rápido en los labios para luego susurrarle:

– Vete. –Apenas el chico había culminado de procesar la sensación tan agradable y placentera que había recorrido su cuerpo al entrelazar sus labios con los suyos, cuando tuvo que procesar lo que le estaba pidiendo, que huyese.–Olvida el plan y vete. Puedo distraerles, junto a Maika, para que intentes llegar al final. Incluso matar a alguno. Tu solo…–Pero él la interrumpió, asustado, ¿por qué la chica decía eso? Ese no era el plan.

–¿Qué dices? Eso no es lo que acordamos. –Protestó, confundido, ella asintió con una expresión culpable y dijo:

– Lo que acordamos no va a funcionar, del mismo modo que tampoco están funcionando las trampas que supuestamente puso Nolan. Nos ha traicionado, Cris. –Al oír aquello que le decía la chica, Cris abrió la boca incrédulo, incapaz de procesarlo. Justo cuando los tributos del distrito uno penetraban en la misma zona que ellos.

– ¡Miller, espera, no te precipites! –Intentó llamar William a su aliada, inútilmente.–¡Recuerda contra quiénes nos enfrentamos!–Los chicos del distrito uno parecían tener más cautela y observaban cada rincón del suelo, atentos a las señales de trampas o impedimentos.

Al verlos Cris no perdió tiempo en actuar y lanzarles un cuchillo, obligándoles a soltarse, antes de salir de su escondite. Cynthia disparó casi automáticamente, pero no sirvió de mucho. Ahora mismo no tenían tiempo de hablar de quién les había traicionado o no, tenían que tejer un plan de escape o sucumbirían.


Y no eran los únicos en tener que crear un plan. Desde su escondite, Maika vio como la tributo del distrito dos se detenía, nada más oír los gritos de sus compañeros de alianza, instándola a volver, y maldijo para si misma antes de perseguirla con cautela. Había estado camuflada, esperando a Jack, para el momento en que los profesionales quedasen atrapados por las trampas. Pero ni el chico volvió desde que partió a destruir la pared con Nolan, ni las trampas funcionaron.

Ese crío rebelde...” Pensó rabiada, apretando los puños. “Sabía que nos traería problemas desde el principio” Para ella era demasiado obvio, tras lo que había pasado esta tarde, que el chico del distrito ocho nunca tuvo intención de unirse al plan, incluso aunque Jack le convenciese de que podría irse antes de tener que matar a nadie que no quisiese. Sin embargo, entre que el chico del distrito ocho y el del siete debían cooperar para disponer las trampas y que el primero llevaba demasiado tiempo con los demás como para que desconfiaran, lo dejaron hacer.

Lo dejaron hacer y gracias a ello estaban en la estacada contra los profesionales.


Cynthia pestañeó, algo asombrada por su capacidad de reacción, por fortuna su flecha no alcanzó a nadie, pero era demasiado obvio que sus reticencias a matar parecían desaparecer cuando la atacaban. Y en cierto modo lo agradecía.

No pensé.” Reconoció para sí misma, mientras William, tan sorprendido como ella, llamaba a Miller para que regresase y la pareja de tributos escapaba, pero el chico no les persiguió hasta que su aliada llegó. “Quizás esa sea la clave.

– ¡Vamos, no os quedéis aquí!– Dijo Miller, entonces, al llegar. – Debemos atraparles. – Asintió, situándose entonces tras sus aliados, para seguir avanzando, ignorando a la discreta tributo que les perseguía, en busca de una forma adecuada de atacarla.


Maika sonrió al ver la poca cautela de la chica del distrito uno, quizás pudiese vencerla si se quedaba a solas contra ella, pues nada más ver su arma había entendido que no debía ser muy diestra de cerca.

Al estar, como estaba, pegada a la pared, pudo notar como esta se desplazaba un poco favoreciéndola en su avance hacia la chica, la cual, al sentir movimiento, se retrasó un poco mirando a las paredes, algo sorprendida. Maika todavía no comprendía por qué ellos querían apoyarla pero quizás tendría que ver con sus intenciones ofensivas al acercarse a los profesionales. Los juegos del hambre eran un juego de muerte y sangre, no de huida o compasión, era demasiado obvio que en el momento en que se mostrase decidida a matar las tornas se girarían a su favor.

Pero aquella no fue la única torna que se giró a su favor, en el momento en que Cynthia se cercioró de lo que estaba pasando no perdió tiempo en intentar alcanzar a sus compañeros, llegando al tope ancho del túnel que parecía querer dividirse en dos direcciones, derecha e izquierda. Fue casi automático lo que pasó entonces, el tributo del distrito doce volvió a sacar a relucir su asombrosa discreción y capacidad de acción, lanzando dos cuchillos, más decidido a hacerles frente que antes.

Miller enseguida evitó el arma, sin problemas, pero William, de nuevo, se vio obligada a soltar a Cynthia la cual retrocedió, sin tener tiempo de disparar, debido a que no había localizado al chico del doce hasta que este atacó. Intentó reunirse con ella, pero entonces la tierra comenzó a temblar, impidiendo a los tributos moverse, hasta que una pared se interpuso entre los trágicos amantes.


Parece que al fin Nolan ve el lado oscuro de Sean, jajaja, y no le culmina de gustar, pero es demasiado tarde para retroceder. A la par los vigilantes hacen lo posible por arreglar sus errores pero, dado al extremo al que llegaron los juegos, ¿servirá de algo? En cuanto a los tributos, ¿quiénes sobrevivirán a esa “doble” traición? Y, lo más importante, ¿se volverán a juntar William y Cynthia tras esta separación forzada? Las respuestas en el siguiente Capítulo de la cuarta y, probablemente última noche de arena ¡Nos vemos! :D

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